La gran fiesta de despedida del Solitario Hombre Escoba (Tu Otra Bonita, Sala Taboo – 19.09.2015)

Teníamos una deuda con los chicos de Tu Otra Bonita. O, puestos a ser justos, en realidad la tenía yo, el cachito del Erizo que pulula entre la capital y la periferia. El de la Sala Taboo era mi tercer encuentro bonitero pero sólo el primero que cuento. Y no porque los dos anteriores no lo mereciesen;fueron dos conciertos soberbios, de sonido, de ambiente y de disfrute general. Pero las circunstancias –las mías- no acompañaron  y al final acabaron convertidos en una eterna deuda. Hasta hoy. No sé si mi versión de lo sucedido en el fin de gira servirá para compensar, pero prometo haber puesto todo de mi parte para que fuese lo más fiel a lo que allí sucedió.

Como empezamos a enfrentarnos con resignación al bucle de retrasos típico del circuito madrileño de salas, cuando llegamos a las puertas de Taboo faltaban pocos minutos para las 10:30. Las puertas ni se habían abierto, y un número considerable de gente se agolpaba en los alrededores. El revuelo se convirtió poco a  poco en una fila algo más organizada, pero que avanzaba lenta, y que por momentos genero alguna duda. ¿Empezar sin que haya entrado todo el mundo o arriesgarse a tener que acortar el repertorio? Al final quedó todo en una mezcla de susto y nervios; no arrancó hasta que no estábamos dentro y el concierto duró lo que estaba previsto que durase –que seguro que aún así, a alguno le supo a poco-.

Nuestras anteriores veces con TOB en la capital ya teníamos la sensación de que lo tenían todo de cara; pero esta vez la cosa iba más allá y había un ambiente realmente festivo. Rodeados de amigos y familia y con una sala a reventar, el fin de gira ya era un éxito antes de empezar. Cuando empezó a sonar la música ya directamente se convirtió en una auténtica locura. Una locura que empezó con una declaración de intenciones a ritmo de “Bailamos” y que siguió con “Willy el maño” antes de dar una mini tregua con “Cantándole”, en la que lo mejor que podía hacerse era escuchar y disfrutar, sobre todo de la guitarra de Félix.

La noche avanzaba sin descanso y volvía a aumentar las revoluciones con “Sola” y la versión bonitera de “Llorona” para la que contaron con el único invitado de la noche, Miki Ramírez -Mr. Kilombo – “el 2 de octubre está en La Palma. Que nadie se lo pierda,” presentaba Héctor-. Una versión más, ésta de Juanito Makandé, devolvía el concierto al repertorio propio. Y con mucha fuerza. Porque si con “Queena Lagarta” era imposible que no se te fuesen los pies, justo después no había quien no les acompañase cuando cantaban que iban a hacer una matanza o cuando nos alentaban al grito de “Salta”.

La historia del perro “Tango” cogía justo después el relevo y lo propio hacía Fico, a la voz, dejándole por unos minutos la batería a Héctor. Y volvía a ser imposible no acompañarles, y bailar, y llamar todos a Tango. Con Fico, primero, que se despedía del centro del escenario haciendo pompas de jabón, y con Héctor cuando subió aún más de revoluciones el tema y volvió a coger el micro.

“Guapa” abría justo después el camino de la despedida, la de mentirijilla, que se cerraba con más bailes y el ritmo frenético de “Pastelitos o polvitos”. Se bajaban los cinco músicos pero Héctor tardaba poco en reaparecer, solo y armado con su guitarra acústica. Nos cantaba, desenchufado y al borde del escenario, “La leyenda del hombre escoba”, que terminaba con la sala haciéndole los coros y él, confesando que tenía la piel de gallina.

La recta final arrancaba con otro relevo a la voz. Esta vez era Alberto el que dejaba la percusión para cantar mano a mano con Héctor “Terroristas” y también era el que después, al terminar “Constelación” intentaba ayudarle a disparar dos cañones de confeti que al final, rendidos, terminaron lanzando al público.

“Nos dicen que nos quedan dos pero vamos a hacer tres,” decía Félix poco después. Y fieles a su promesa, tres fueron las que llegaron, empezando por “Los Rokipankis” de El Bicho y siguiendo al grito de “Nos están robando”. La última sólo podía ser una. Lo que seguramente nadie podía imaginarse minutos antes era que la cosa iba a terminar en ‘invasión’ de escenario. Aunque bien pensando, ¿puede llamarse invasión si son los propios músicos los que la provocan? Y es que no debió parecerle al quinteto que hubiese mejor forma de rematar la fiesta que bailando con su gente. Porque segundos después de empezar a tocar «Se quemó», Héctor hizo parar. “Un momento, un momento. Esto no vale así; es muy soso. ¿Os subís con nosotros?”. Los titubeos del respetable no duraron ni segundos y cuando nos quisimos dar cuenta, sobre las tablas había varias decenas de personas. Entre ellas a duras penas se intuía a 5 músicos que tocaban, cantaban e intentaban bailar. Quién sabe si por coger aire o por ver lo que los demás veíamos, Héctor terminó bajándose a la pista y rematando la canción con todos aquellos que no habían cabido con ellos sobre el escenario.

Y entonces, irremediablemente, llegó el final. Los músicos se abrazaban sobre las tablas; el resto cogía aire y observaba el epílogo de algo que sólo puede calificarse de fiesta. De las grandes.

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