Teníamos una deuda con los chicos de Tu Otra Bonita. O, puestos a ser justos, en realidad la tenía yo, el cachito del Erizo que pulula entre la capital y la periferia. El de la Sala Taboo era mi tercer encuentro bonitero pero sólo el primero que cuento. Y no porque los dos anteriores no lo mereciesen Sigue leyendo