Cada año, y ya van 7, después de volver del Sonorama Ribera a esta pequeña ciudad del sur que es Almería, me invaden multitud de sentimientos por todo lo vivido durante esos 5 días de agosto en Aranda de Duero. Esa amalgama de sentimientos es complicada de explicar con palabras; hay que vivirlo en persona para poder entenderlo. Y es que, para quien escribe estas líneas, el Sonorama Ribera es como la vida, tiene cosas buenas, malas, sorpresas agradables y desagradables, pero con una diferencia: la vida, por mucho que te quejes, pasa de ti, mientras que en Sonorama Ribera, escuchan las quejas y trabajan para solucionarlas, ya no sólo de año en año, sino en la misma edición, y eso hay que valorarlo.
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