Cada año, y ya van 7, después de volver del Sonorama Ribera a esta pequeña ciudad del sur que es Almería, me invaden multitud de sentimientos por todo lo vivido durante esos 5 días de agosto en Aranda de Duero. Esa amalgama de sentimientos es complicada de explicar con palabras; hay que vivirlo en persona para poder entenderlo. Y es que, para quien escribe estas líneas, el Sonorama Ribera es como la vida, tiene cosas buenas, malas, sorpresas agradables y desagradables, pero con una diferencia: la vida, por mucho que te quejes, pasa de ti, mientras que en Sonorama Ribera, escuchan las quejas y trabajan para solucionarlas, ya no sólo de año en año, sino en la misma edición, y eso hay que valorarlo.
Porque sí, el año pasado todo parecía masificado y agobiante, provocando una sensación que acababa por deslucir la experiencia en el festival, sobre todo para aquellos que habíamos vivido ediciones anteriores. Sin embargo, este año, con la ampliación del recinto y la reorganización del espacio, esa sensación desapareció casi por completo, ya que el sábado volvimos a revivirla un poco, aunque en menor medida. Asi que gracias Art de Troya y Sonorama Ribera por tener en cuenta las quejas y tomar decisiones en pro de una mejor experiencia para los asistentes.
Que nunca llueve a gusto de todos es algo intrínseco a la naturaleza humana, y, por tanto, también del público que acude a este tipo de eventos. Sin embargo, nos parece un poco delirante el tipo de quejas «terminó el concierto de Bunbury y traté de -ir al baño/pedir en la barra- y había unas colas interminables». ¿En serio? ¿Qué espera este tipo de personas? ¿Que haya dos mil aseos o mil metros de barras? ¿No es de lógica que las aglomeraciones se producirán en esos instantes? Así que desde aquí nos gustaría pedir que por favor, las críticas y quejas fueran constructivas y fundadas, o al menos, con algo basado en el pensamiento racional, aunque a veces sea mucho pedir.
En lo que respecta a la música, Sonorama Ribera, al igual que reza la descripción de este blog, apuesta por la eliminación de etiquetas, ofreciendo en su cartel una programación variada y que bebe de diferentes estilos, con artistas emergentes y consagrados. Esto nos ha permitido descubrir propuestas interesantes como Club del río, Virginia Maestro o Burrito Panza; ver por primera vez en directo a artistas como Bunbury, Morcheeba o Liam Gallagher, y reencontrarnos con grupos que nos tienen enganchados hace tiempo como Xoel López, Viva Suecia o José Ignacio Lapido.
Otra de las cosas que hacen grande a Sonorama Ribera, quizás la más importante, es la gente. No sólo la gente de la organización y quienes trabajan en el recinto, sino la de todo Aranda de Duero y alrededores. Porque en todos los comercios, restaurantes hoteles,… te atienden con una sonrisa. Sonrisa como la que tenemos en nuestras caras duante esos 5 días de agosto y que se nos borra un poco cuando ponemos rumbo a casa. Va a ser verdad que existe la depresión post-Sonorama; menos mal que se pasa pronto sabiendo que el año que viene, si nada lo impide, podremos volver.