Carlos Sadness y Lígula cierran gira en el fin del mundo (Madchester Club, 10.12.2016)

De todos es sabido que Almería no es un sitio fácil en el que montar un concierto. No porque no haya gente capaz de montar un evento en condiciones, nada más lejos de la realidad, sino porque el público almeriense es uno de los más imprevisibles del panorama nacional. Grupos de corte similar, unos aglutinan 10 personas mientras que otros llenan la sala. Incluso un mismo grupo, viene una vez y atrae a más de 100 personas y la siguiente aparecemos 12 en la sala, como pasó en el caso de Ellos. Con ese panorama, es comprensible que muchos artistas no se arriesguen a trasponer hasta este rincón de la Península Ibérica.

El pasado sábado, Carlos Sadness acudía por primera vez a Almería (si no tenemos en cuenta su concierto como Shinoflow en El Ejido en 2008) y lo hacía por todo lo alto, agotando entradas con bastantes días de antelación. Ante la expectación suscitada, optamos por ir un poco antes de la apertura de puertas, así que llegamos a las 22:30 comprobando que ya había cola. Echando un vistazo nos llamó la atención la cantidad de caras nuevas entre el público, ¿había conseguido Carlos Sadness atraer a Madchester Club a almerienses que no lo habían pisado nunca? ¿o es que había mucha gente de fuera?

_mg_5690Sea como fuere, a las 23 puntualmente se abrieron las puertas y la cola fue accediendo a la sala sin incidentes y a buen ritmo. Pocos minutos pasaba de las 23:30 cuando los chicos de Lígula subían a las tablas de la sala almeriense. No conocíamos a Lígula y lo primero que nos llamó la atención fue lo numerosa de su formación, nada más y nada menos que 7 componentes que aglutinaban 3/4 guitarras (depende del tema), bajo, batería, percusiones, teclados y voz. El escenario del Madchester Club no es precisamente enorme, pero los madrileños supieron organizarse para no parecer demasiado incómodos. Ofrecieron un concierto de 8 temas en el que sonaron “Ocean”, “My shadows wall” y “Solid Company” entre otras. Para ser una formación tan numerosa, se mostraron bastante compenetrados y sonaron muy bien empastados.

_mg_5667Durante su actuación dieron las gracias al público por asistir, pero sobre todo a Carlos Sadness por aceptar una familia tan numerosa como compañía durante algunos conciertos de la gira. Con un estilo de tintes folk, pero con un sonido más oscuro, e incluso a veces distorsionado (como al final de “Missing bird”), los madrileños trataron de conquistar al público almeriense, pero sin demasiadas pretensiones, ya que dejaron claro en su despedida que no sabían cuando volverían por estas tierras rodeadas de montañas. Cerraron actuación con 2 temas en castellano, así que suponemos que su próximo trabajo será en este idioma. Tenemos que confesar que su propuesta nos pareció interesante, pero que escuchando sus temas en streaming la voz suena mucho más clara que en el directo. Habrá que esperar una próxima ocasión para valorar si se trata de uno de esos grupos que se disfrutan más en disco que en directo.

Pasaban 30 minutos de la medianoche cuando Carlos Sadness_mg_5723 y sus músicos subían al escenario entre aplausos, gritos y silbidos. Abrieron la actuación con “Sputnik”, y ya desde el primer acorde el público se mostró totalmente entregado, cantando y bailando. En el transcurso de la canción Carlos pisó “algo” en el escenario (¿una babosa? ¿un orejón?) que dio bastante juego el resto de la noche, con Carlos tratando de averiguar que era y si se trataba de una broma del público o de sus compañeros de escenario, por eso de ser el fin de gira. Terminado el tema el polifacético artista se dirigió al público “Vine hace 8 años, ¿alguien vino? No habríais nacido”. Cierto es que aquella vez no fue mucha gente y que en esta ocasión había colgado el cartel de todas las entradas vendidas, pero hay que tener en cuenta que hace 8 años quien vino fue Shinoflow y tenía un sonido muy distinto.

Tras el comentario, retomó el concierto con “Perseide”. Después de dos temas de La Idea Salvaje (Sony, 2015) se armó con el ukelele para echar la vista atrás e interpretar “Celeste” para el deleite de los presentes. Volvió al presente con “El gran momento” y volvió a dirigirse al público para dar las gracias por cantar, además de preocuparse por nuestra integridad dado el aumento de temperatura, algo normal viendo la sala completa saltando totalmente entregada al concierto.

_mg_5708La actuación siguió avanzando con la misma tónica, la de incorporar algunos temas de Ciencias celestes (Sony, 2012) entre los temas más recientes. Así sonaron temas como “Miss Honolulu”, “Bikini” o “Au revoir”. Daba igual que fueran temas nuevos o antiguos, bailongos o más tranquilos, el público se lo cantaba todo. Para la ocasión, recuperó una canción que se había caído del repertorio habitual, dado el tiempo que había transcurrido desde su primera vez por estas tierras, quería tener la deferencia de  hacer alguna más especial. Entonces se lanzaron a interpretar “Feria de botánica”.

_mg_5703Contábamos 11 temas cuando en la recta final de “El día que volviste a la tierra”, Carlos abandonaba el escenario, mientras sus músicos seguían tocando. Concluido el tema, también ellos abandonaron el escenario. A todo el mundo le parecía demasiado pronto como para ser una despedida definitiva, así que los pocos gritos pidiendo más quedaron ahogados entre el murmullo.

A los pocos minutos, volvía Carlos sólo a escena y cogiendo su ukelele comenzó a contar la historia de Houdini, su anterior ukelele, y que fue origen de la canción “Houdini (ukelele love song)”. Mientras volvían los músicos, Carlos volvió a sus orígenes como Shinoflow e improvisó un poco de freestyle. La noche seguía avanzando, y en el repertorio se coló también su personal versión de “Groenlandia” de Los Zombies.

Con “Hoy es el día” se anunciaba la despedida definitiva, pero _mg_5763la gente esta vez sí que pidió más a gritos, a lo que Carlos respondió que no sabían más, dicho lo cual empezó a cantar fragmentos de canciones como “Veneno en la piel” tras las cuales volvió a dar las gracias y se lanzaron con “Las cosas que me da por pensar cuando te tengo lejos”. La despedida llegó alegando que estaban asados y se iban a un sitio más fresco, a “Monteperdido”. Cerrar con un tema tan delicado fue una apuesta arriesgada, porque con lo animado que estaba el público podía haberse desconectado y romper el mágico momento, pero nada más lejos de la realidad, supuso un broche de oro.

Habrá quien pueda pensar que Carlos Sadness no tiene una “gran voz”, y quizá lleve razón. También que cuenta muchas historias o chorradas durante el concierto, cierto, pero a quien escribe estas líneas le parece un punto a favor. Era la primera vez que le veía en sala, en los festivales el tiempo es más estricto y descubrí que, al igual que en casos como el de Zahara, a veces se disfrutan tanto las historias y anécdotas como las mismas canciones a las que dan lugar. Y es que el “arte” es algo más que saber cantar o tener una gran voz, así que haced como decía la leyenda de la crónica de Lola Flores en Nueva York y no os lo perdáis.

Álbum de fotos (pincha en la imagen inferior)

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