Dicen que los goles fuera de casa tienen valor doble pero, a menudo, no es del todo cierto. A veces, lo realmente difícil es marcar en casa, por mucho que la razón diga que es un sinsentido. A veces, volver entre los tuyos, los que te quieren, los que te dieron el primer empujón, lleva consigo más trabas y esfuerzo que conquistar plazas extrañas. Ser profeta en tu tierra, volver a los rincones que te vieron dar todos los primeros pasos…
A ella, volver a verse las caras con sus paisanos cordobeses le ha costado. Mucho. Pero cuando por fin ha conseguido volver a esa orilla del Guadalquivir, lo ha hecho con paso firme. Con las entradas agotadas desde semanas antes. Con un buen puñado de personas que sabían que se avecinaba algo especial. Y no sólo los suyos, los de Córdoba. Porque entre ellos se iban –nos íbamos- a colar también unos cuantos infiltrados, los de fuera, los que después de verla conquistar otros escenarios no querían perderse su vuelta a casa.
Con un comienzo inesperado y sólo ligeramente impuntual, Mercedes y sus tres chicos daban las buenas noches a los acordes de “La tregua”, aunque la primera canción la había puesto segundos antes el público, que, según la cordobesa se insinuó sobre las tablas, le regaló un sonoro ‘Cumpleaños feliz’. Así empezaba el repaso a más de una década de carrera, desde aquellos días en que –como ella recordaría más tarde- sus paisanos se volcaron con ella para que aquella primera canción se convirtiese en una realidad tangible. El foco, eso sí, iba a estar sobre los temas de sus lobos, ese Wolverines que ha supuesto una especie de renacer y que en la Rockola tuvo en “No lo quise hacer” su carta de presentación.
Desgraciadamente, nos quedó claro bien pronto que la sala –así, de entrada, un tanto ‘incómoda’, estrecha y alargada, con un escenario profundo- no iba a estar a la altura, pero nos propusimos ponerlo todo de nuestra parte para meternos de lleno en el concierto e intentar que las limitaciones del local quedasen en anécdota mientras disfrutábamos de una Vega pletórica, feliz. Como viene siendo habitual, al baile de canciones le acompañaba también el de instrumentos, con Vega alternando guitarra, ukelele y piano mientras echaba la vista atrás y pasaba por canciones como “Nada es infinito”, “Faro de guía” o “El más feliz”. Después, volvía al presente y a nosotros volvió a parecernos brutal “La conjura de los necios”, esa en la que siempre se le quiebra la voz, que suena desgarrada, cruda y que, al final, la deja al borde de las lágrimas.
En un juego de contrastes, eligió Vega entonces volver a su lado más desenfadado, al más ligero, al más ‘buen rollista’ y después del sabor ochentero de “1906 estrellas nuevas”, tiro sólo de ukelele para recordar ese “Mejor mañana” que abrió paso a su Metamorfosis. Y así llegó sola hasta el primer estribillo, tocando “una guitarra de mi tamaño –parezco Topo Gigio-“, hasta que fueron poco a poco entrando de nuevo en acción Kike, César y Arturo.
Empezaba ya a anunciar la despedida Vega entre sonoros ‘Noes’ del respetable, que había esperado demasiado tiempo su vuelta como para permitir una retirada fácil. Un par de balas más de sus lobos –con unas línea de bajo dignas de escuchar con atención en temas como “Treinta y tantos” y “El alud”- y un nuevo intento. “Ésta ya es la última,” decía la cordobesa, que quería ser fiel a sus costumbres y dejar tiempo suficiente para poder acabar la noche saludando, firmando y haciéndose fotos con todo el que quisiese. Pero la respuesta del público seguía siendo abrumadora. Y cuando Vega preguntó si habíamos echado alguna canción en falta, mientras insinuaba al piano las primeras notas de “Héroes antagónicos”, también fue casi unánime la petición. El respetable la pedía y ella no se lo pensó. “Me parece buena idea.” Y cambiaba el piano por la guitarra mientras recordaba lo importantes que habían sido los votos y el apoyo de sus paisanos para que lo que estaba a punto de sonar se convirtiese en el pistoletazo de salida de una carrera que ya ha entrado en su segunda década. Y sonaba entonces “Grita”, con Mercedes eufórica, alentando al personal al grito de “¡Conmigo, Córdoba!” y dejando que por momentos le cantasen su canción.
Y entonces lo volvió a intentar. Volvió a decir que aquello se acababa y quiso despedirse con “Héroes antagónicos”. Por un momento pareció definitivo, mientras sus chicos la rodeaban y los cuatro juntos se acercaban al borde del escenario a saludar. Pero cordobeses e infiltrados seguían sin verlo claro y los gritos de otra eran más que insistentes. Y Vega, que observaba divertida la reacción, no tuvo más remedio que recoger una vez más el guante. “Espero que os guste la que he elegido,” decía, aunque justo antes arrancar accedía a otro de los clamores populares y –como premio a la insistencia de las primeras filas- regalaba unas estrofas de “Mi habitación”.
Con “A tientas” –“una de mis canciones favoritas”- llegaba, ya de verdad, el final del concierto aunque fiel a su promesa, Vega todavía pasaría casi dos horas más atendiendo a las varias decenas de personas que seguían resistiéndose a dejar que la fiesta acabase. Porque a veces cuesta abrir el marcador en casa, pero cuando se abre la lata… ya nadie quiere cerrarla. Seguro que en Córdoba ya hay muchos que cuentan los días para el siguiente asalto. Esperemos que alguien haya tomado nota y esta vez no tengan que volver a esperar tanto.
Álbum de fotos
Vega (Córdoba – Rockola Music Club, 21.02.2014)
- La tregua
- No lo quise hacer
- Faro de guía
- El más feliz
- Que no te pese
- Nada es infinito
- Cuánta decepción
- Wolverines
- Febrero
- La conjura de los necios
- 1906 estrellas nuevas
- Mejor mañana
- Réquiem
- Treinta y tantos
- El alud
- Martes
- Grita
- Héroes Antagónicos
- Mi habitación (fragmento)
- A tientas