L.A. y Placebo se suben al Ring en Madrid (30.07.2014)

Hace unos años le prometimos a un buen amigo que cuando Placebo volviese a tocar a la capital le acompañaríamos al concierto. Fue en algún momento entre Meds y Battle for the sun, y andábamos por aquel entonces enganchadísimos a temas como “Infra-Red”, “Meds” o “Because I want you”. En octubre de 2010 estuvimos a punto de saldar nuestra deuda, pero a pocos días de la cita la formación británica canceló todos los conciertos restantes de su gira Battle for the sun por enfermedad de Brian Molko. Y así fue pasando el tiempo hasta que por fin, hace unos meses, se hizo oficial que la formación volvía a incluir Madrid en sus planes musicales y nosotros no nos lo pensamos: iba siendo hora de cumplir nuestra promesa. Semanas después llegó la guinda a un plan perfecto con el anuncio de los teloneros: LA + Placebo se convertía así en una de las citas más esperadas de nuestro verano.

Recién llegados de un Low Festival que nos había dejado unas sensaciones extrañas –a pesar de un puñado de buenos conciertos, las polémicas decisiones de la organización sobre las exigencias de Massive Attack fueron para nosotros un punto demasiado negro-, el miércoles 30 de Julio nos ofrecía la mejor forma para resarcirnos. Y vaya que si lo hicimos. Nos encontrábamos por primera vez con el Ring del Palacio, una versión reducida del recinto madrileño, con las gradas y buena parte de la pista cerradas con telones negros y un aforo final de unas 3.000 personas Y debemos reconocer que las sensaciones fueron muy buenas. Con ambas bandas.

Después de echarnos unas tradicionales cervezas en muy buena compañía, a eso de las 20:45 nos despedimos de los incautos que habían optado por no asistir al concierto, y entramos al recinto para no perdernos a L.A. La formación mallorquina estaba anunciada para las nueve en punto y fue el primer ejemplo de que iba a reinar la puntualidad, porque a la hora señalada hacían su aparición sobre las tablas los cuatro músicos para aprovechar al máximo la media hora que tenían asignada.

Luis, Ángel, Pep y Dimas hace mucho tiempo que han demostrado de sobra su solvencia sobre las tablas. En Madrid lo dejaron claro una noche más. No jugaban a su favor todos los factores, sobre todo un público que, aún no excesivamente numeroso,  se dedicaba más bien a hacer tiempo y prestaba la atención justa. Dio igual. Unos cuantos –más probablemente de los que cabía esperar- dejamos claro que teníamos ganas de disfrutar de su breve set y le pusimos ganas. Hubo aplausos e incluso se pudo escuchar a un buen grupo cantar estribillos y acompañar en los coros.

Arrancaron con la suavidad inicial de “After all” y ese crescendo marca de la casa que es el mejor reflejo de lo que es L.A. sobre el escenario. Luis Alberto y compañía fueron alternando calma y energía con un buen puñado de temas –hasta 9- que dejaron plasmada su esencia. “Older”, “Oh, why?”, “Dualize”, “Under Radar”, “In the meadow” y “Rebel” sonaron antes de cerrar media hora que supo a poco con dos trallazos, “So dramatic” y “Outsider”, que arrancaron muchos aplausos y dejaron a más de uno entre el público sorprendido. Sí, el plato fuerte era Placebo, pero los teloneros estuvieron a la altura. Con creces.

Media hora de espera es lo que nos quedaba antes de que los británicos tomasen el relevo. Tan puntuales fueron, que cuando sonaban las primeras notas de “B3” nuestro reloj marcaba las 21:59. Salieron enérgicos, aunque la cosa iba a ir ganando enteros según avanzase el setlist. De “B3” fueron a “For what it’s worth” antes de que Stefan Olsdal saludase al respetable en castellano y presentase “Loud like love” –“¡Madrid, esto es Fuerte como el amor!”- y dejase claro que iba a llevarse buena parte del protagonismo de la noche. Ésa es por cierto una de las cosas que llama la atención en Placebo: Molko no asume en escena el papel de frontman, y él y Osdal ocupan cada uno un extremo del escenario. Detrás quedan un Steve Forrest espectacular a la batería – y tercer miembro oficial de la formación desde 2008-, Fiona Brice (violín, teclado y coros), Nick Gavrilovic (guitarra) y Bill Lloyd (bajo, teclado). Seis músicos que sobre las tablas suenan compactos, potentes.

Loud like love, el último álbum de estudio de la banda, iba a centrar la mayor parte de la atención, y así, después de una “Every you every me” que fue de las más coreadas, sonaban seguidas “Scene of the crime”, “A million Little pieces”, “Rob the bank” y “Too many friends”. A nuestro alrededor, el público –bastante más joven de lo que cabría esperar si tenemos en cuenta que Placebo está celebrando veinte años de carrera- las cantaba todas, aunque los mejores momentos llegarían –irremediablemente- con los grandes clásicos. El segundo –uno de nuestros favoritos- lo brindó “Meds”, que empezó muy calmada, con Molko cantando suave y el público especialmente entonado, pero pronto subió de revoluciones y se convirtió en pura energía. Al final vuelta a la calma y parada dramática de la voz de Placebo mientras el ring intentaba acabar la canción por él.

Había llegado el mejor tramo antes de la despedida, y “Song to say goodbye”, justo después, abrió el camino para que el público se revolucionase con los coros de “Special K”. Entonados todos, Olsdal se iba a acercar al borde del escenario al acabar, a alentar a los madrileños, primero, antes de pedirles silencio segundos después. Quería todo el protagonismo para una guitarra que al primer golpe provocó el delirio: “The bitter end”, para nosotros, el mejor momento de la noche de largo; la primera despedida que, quizá, habría sido el mejor final. Pero ellos tenían otros planes.

Los bises trajeron pocas sorpresas y sonó lo que estaba en la mayoría de las quinielas. Tras “Begin the end”, la versión del “Running up that hill” de Kate Bush y “Post blue”, antes de que, tras apenas hora y media, se despidiesen –ya de verdad- con “Infra-Red”, que para nosotros en su versión actual pierde buena parte de la fuerza que le hacía ser clave en Meds.

Nuestro reloj pasaba apenas cinco minutos de las once y media y nadie parecía querer moverse del palacio. Vítores y aplausos se sucedían mientras los seis músicos se despedían y abandonaba sonrientes el escenario. Pero el entusiasmo del respetable no fue suficiente y allí acababa una noche que dejaba un balance final positivo, con algún pero. El mayor, que es una lástima que una banda con una carrera tan dilatada parezca tocar con la directa puesta. No hay tregua y las canciones van sonando una tras otra sin apenas respiro, pero al final quedan 90 minutos de buen rock que pasan en un suspiro y en los que no hay margen para salirse del guión. Y sabe a poco.

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