Vivimos rodeados de modas, de tendencias, de una constante preocupación de muchos por lo que mola y lo que no. Y con mucha frecuencia se nos olvida que lo que hay que hace es disfrutar. Sin más. Sin cuestionarnos si algo debe o no gustarnos, sino simplemente de si nos gusta y nos hace pasarlo bien. Y ya. Porque al final casi todo va y viene.
La música, como casi todo, también forma parte de ese eterno vaivén. En el espacio de una semana cambiamos dos veces de aire y abandonamos opciones patrias seguras, habituales, por sonidos a los que solemos acercarnos menos. Con todo vendido –y habiendo tenido que añadir una segunda fecha- Imelda May llegaba a la capital el 30 de octubre a presentar su relativamente reciente Tribal (Decca Records, 2014). A nosotros alguien nos había insistido para que no nos lo perdiésemos y, la verdad, no nos lo pensamos mucho.
Porque el trabajo no siempre nos da la tregua que nos gustaría, a los teloneros – los madrileños Roni’s hot aces- nos los perdimos y cuando llegamos a Joy Eslava la sala ya rozaba el lleno. Mucho look rockabilly a nuestro alrededor y una medida de edad bien entrada en la treintena para recibir a una Imelda que una de las primeras cosas que iba a hacer era declararle su amor a la capital. “Hay gente que lo repite cada noche,” diría la dublinesa, “pero yo lo digo de verdad. Adoro Madrid”. Eso y confesar que llevaban todo el día comiendo.
En cualquier caso, por encima de todo estuvo –como debería ser siempre- la música, con una banda de músicos experimentados que sobre las tablas dio una auténtica lección de cómo hay que tocar. Un equilibrio perfecto de clase, ritmo y ganas.
Salieron poco después de las 9 a ritmo de “Tribal” y “Wild woman” –toda una declaración de intenciones- y fueron despachando –casi sin tregua- canciones de los cuatro largos de Imelda y unas cuantas versiones bien elegidas. Del rock al blues, con momentos para el respiro como “Wicked way” y para no parar de mover los pies, como con “Five good men”.
Entre medias también hubo lugar para compartir anécdotas y alguna explicación con el respetable, como la que precedió a “Hellfire club”, un lugar donde “se bebe, se juega, se hace un poco de culto satánico y, en definitiva, se hace lo que te dé la gana” o el momento en el que Imelda destacó la importancia de Willie Dixon para ella antes de versionar “Spoonful”.
Entre el rock más clásico de temas como “Round the bend”, también tuvo cabida el lado más punk y gamberro de “Zombie girl” y el buen rollo extremo de “It’s good to be alive”, todo rematado con una primera despedida casi inmejorable en la que “Mayhem” dio paso a una de las más divertidas de largo, “Johnny got a boom boom”.
Pero sin duda lo mejor se lo guardaba para los bises. Acompañada sólo de Al Gare al ukelele consiguió que se hiciese un silencio absoluto en la sala –algo que durante buena parte de la velada se había echado en falta- mientras sacaba su lado más nostálgico, primero, a ritmo del “Bang bang” de Cher y dulce, después, con Blondie y su “Dreaming” –y el público cantando con ella los estribillos-. Sin duda de los mejores momentos de la noche.
Vídeo de nyj73
Para rematar el buen sabor de boca quedaban dos temas más de esos que hacen que no puedas dejar quietos los pies y con “Pulling the rug” y una nueva lección de la banda en “Right amount of wrong” se despidieron dejando a muchos con ganas de más. Seguro que más de uno repitió un par de días después.
Imelda May (Madrid – Joy Eslava, 30.10.2014)
- Tribal
- Wild woman
- Big bad handsome man
- Love tattoo
- Wicked way
- Five good men
- Hellfire club
- Go tell the devil
- Spoonful
- It’s good to be alive
- Ghost of love
- Eternity
- Gipsy in me
- Zombie girl
- Road Runner
- Inside out
- Round the bend
- Psycho
- Mayhem
- Johnny got a boom boom
- Bang bang (My baby shot me down)
- Dreaming
- Pulling the rug
- Right amount of wrong