Hace años que seguimos a Maika Makovski, guardamos como un tesoro la edición para mecenas de su disco en directo -con portada pintada a mano por ella- editado mediante crowdfunding hace tres años, y la habíamos visto en distintas ciudades y festivales, pero, hasta ahora, no había venido a nuestra tierra. Por eso nos alegramos mucho cuando anunciaron su presencia en la edición 2018 del Festival Alamar, además junto con el Brossa Quartet, que la parte sureña del blog no había tenido ocasión de ver en directo. Sin embargo, la alegría pronto se convirtió en dilema, cuando vimos que coindicia en fecha con la primera jornada del Pulpop Festival.
Nuestra idea inicial entonces fue la de empalmar ambas citas. Pero la semana en cuestión fue un no parar y el viernes a mediodía ya vimos que las energías no iban a acompañar a nuestros planes. Sinceramente, el cansancio era tal, que si no hubiera sido porque era ella, nos hubiéramos quedado en casa.
Ávidos por coger buen sitio, siendo un concierto de entrada gratuita, nos fuimos una hora y media antes de la hora anunciada como inicio de concierto. Todavía no estaban puestos ni los controles de acceso, así que subimos las escaleras del Mesón Gitano y esperamos pacientemente sentados en ellas, contemplando en la lejanía la prueba de sonido, hasta que el personal de seguridad nos dio paso cuando ésta hubo terminado.
Poco a poco fue llegando gente, mucha de la cual acudía a la cita sin saber lo que iba a presenciar. Ver sus caras y la sensación que provocó la propuesta de Maika Makovski en ellos fue algo que no tiene precio. No sabemos si definirlo como obnubilados, flipados, enamorados,… pero desde luego lo que quedó claro es que el directo de Maika Makovski y los músicos que la acompañaban conquistó al público almeriense desde el inicio de su concierto, algo digno de admirar, puesto que el público almeriense es algo díficil, sobre todo con propuestas que no conoce de antemano.
La actuación fue breve, a penas 70 minutos, pero que Maika y el Brossa Quartet supieron aprovechar muy bien, con un repertorio muy centrado en su último disco de estudio Chinook wind (Warner Music, 2016) del que sonaron temas como «Canada», «Bulldog» o «Not in love». De trabajos anteriores sonaron temas como «Iron bells» o «Language»,
cuyas versiones con el Brossa Quartet empastaron sin problemas con los temas más recientes. También es de reseñar el apoyo de las luces a la hora de acompañar los distintos temas, un trabajo que a veces se tiene poco en cuenta pero que en esta ocasión tuvo un efecto sinérgico en el resultado del espectáculo.
La versatilidad y arrolladora personalidad de Maika quedaron patentes durante la actuación, así como su capacidad de conectar con el público y conseguir un completo silencio mientras contaba anécdotas o las ideas que inspiraron alguna canción como «Makedonija», con la que invitó al público a acompañarla: «Si queréis podeis cantar, que del «lele» al «lerele» tampoco hay tanto».
Antes de darnos cuenta se estaba despidiendo, pero accedió a hacer dos bises, poniendo el broche de oro a la noche con «Lava love» y el público puesto en pie, como no podía ser de otra manera. Una noche para el recuerdo y esperemos que sea una semilla que dé lugar a que Maika pueda volver a esta tierra a la que tanto ha tardado en venir.
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