A finales de junio vimos por las calles de Almería un cartel de un nuevo festival en la provincia, el 58 Grados Festival de Autor, que además de tener un cartel más que apetecible, era de entrada gratuita. Lo que más nos llamaba la atención del cartel eran Antonio Álvarez, al que hemos visto varias veces y siempre que podemos intentamos volver a ver porque nos parece un gran artista que más público debería conocer, y Antílopez, con los que tenemos una especie de maldición rara, y que cada vez que han venido a Almería siempre ha pasado algo que al final no hemos podido ir a verles en directo. Lo único que nos echaba para atrás era la ubicación, por el tema de volver a casa en coche de madrugada. Así que lo marcamos en la agenda a la espera de ver cómo de cansados estábamos ese sábado.
Cuando llegó el día, ante la posibilidad de echarnos una buena siesta, nos vimos con fuerzas de aguantar todo el festival y volver sin problemas a casa en coche, así que pusimos rumbo a Los Baños de Sierra Alhamilla para disfrutar de esta primera edición del festival. Ya allí, nos tomamos algunas tapas y saludamos a varias caras conocidas entre los asistentes.
Tras presentar el festival, aclarando que su nombre hace referencia a la temperatura de las aguas termales del lugar, y dedicar un momento para recordar a una persona muy ligada a las actividades culturales del municipio, llegó el turno de las actuaciones. El primero en aparecer sobre las tablas fue Víctor Guirado, y en solitario con su guitarra, interpretó el primer tema, para después contar con el acompañamiento de Daniel Ortega (armónica y percusión) y Sergio Torres (trombón). En el repertorio de la noche sonaron temas propios como «El té» o «Vuela», así como una versión de «Abre la puerta» de Triana, que Víctor dedicó a su padre.
No era la primera vez que veíamos a Víctor Guirado, le vimos con el mismo formato teloneando a Muerdo en Madchester Club, pero en esta ocasión nos pareció que su actuación perdió ritmo, con transiciones demasiado largas entre temas, que alargaron su actuación a durar casi una hora para un repertorio de 10 temas. Si a eso le sumamos el pequeño parón por problemas técnicos en mitad, puede que tengamos los motivos por el cual esta vez no quedamos tan contentos con su actuación.
A falta de 20 minutos para las once de la noche, Kike Parra salió al ascenario acompañado de una banda formada por una segunda guitarra, bajo y batería. Era la primera vez que le veíamos y sentíamos mucha curiosidad porque mucha gente nos lo había recomendado. Sin embargo, su propuesta no terminó de engancharnos, con unas letras que nos parecieron poco trabajadas (no por las temáticas abordadas, sino por la rimas) y una voz que tampoco nos sedujo, y, tras 4 temas, optamos por sentarnos y escuchar desde lejos. No nos gusta hablar mal de nadie, pero tampoco vamos a mentir; hay que asumir que no a todo el mundo le pueden llegar todas las propuestas.
Después del bajón que nos supuso la actuación de Kike Parra, la irrupción de Antonio Álvarez, que comenzó con Antonio saltando desde el escenario y cantando «Te convido a una canción» a capela con una armónica entre el público, nos pareció una revolución. Terminado el tema, subió raudo al escenario y ya con micro y guitarra prosiguió con «De repente (Tiempos malos)». Como siempre que le hemos visto, su actuación se caracterizó por un gran sonido y unas interpretaciones magistrales. Además de temas propios como «La gran dulce aliazna» o «Circular» (uno de nuestros preferidos), Antonio también
interpretó una versión de «Because the night» de Patti Smith, que dedicó a Antonio «Chino» y Alacarga Producciones, dándoles las gracias por organizar el festival y contar con él. Con «Soy músico» anunció la despedida, que se materializó después de un tema más.
Si las otras actuaciones se nos hicieron cuesta arriba, la de Antonio Álvarez se nos pasó en un suspiro, y es que, tocando más canciones que los anteriores (11 temas) su actuación no llegó a los 45 minutos. Parece que Antonio quiso hacer suyo lo de «lo bueno si breve, dos veces bueno».
El concierto de Antonio Álvarez fue el antídoto perfecto para el aburrimento que se estaba apoderando de nosotros y el previo perfecto para el cabeza de cartel de la noche, Antílopez. Pasaban veinte minutos de la medianoche cuando el duo se subió al escenario. Mucha gente nos había recomendado los directos de Antílopez, sobre todo nuestra amiga Dolo, de cuyo criterio nos solemos fiar, pero tenemos que decir algo: por mucho que se diga del directo de estos dos artistas, nada puede hacer justicia al espectáculo que ofrecen sobre el escenario; son la encarnación de la frase «arte por los cuatro costaos», tanto cuando cantan como en las historias que cuentan entre las canciones.
Desde luego, cuando definieron lo que iban a
hacer en aquel mirador de Los Baños como «chiripop absurdo tragicómico con catarsis», no lo hicieron en falso. Antílopez son unos todoterrenos, sentimentalmente y musicalmente hablando; lo mismo te tocan la fibra que te hacen reír a carcajadas, pasando de un estilo a otro, sin que la ruta marcada por ellos resulte chirriante ni discordante con tanta mezcolanza.
En su repertorio sonaron temas como «Musa en paro busca poeta», «Hijos de España» o «Prefiero». Tras «No vale lo que quieren cobrar», que era el noveno tema de su actuación, hicieron amago de marcharse, a lo que el público se opuso con fervor, como era de esperar. Entonces invitaron a subir al escenario a El Niño de la Hipoteca (al que habíamos podido ver el día anterior en Los Escullos) y éste accedió, tocando «No te irás jamás» con Antílopez a los coros. Para poner el broche de oro a esta primera edición de 58 grados Festival, Antílopez interpretaron junto con El Niño de la Hipoteca «Una vez visto».
Y así, con una sonrisa de oreja a oreja después de haber roto por fin la maldición que teníamos con Antílopez, pusimos rumbo a casa después de una noche que, con sus luces y sus sombras, creemos que fue un gran comienzo para un nuevo festival bianual al que esperamos poder volver.