Decía el gallego Xoel López que iban a empezar como un clavo a las diez. Y aunque nos salía nuestra vena escéptica, fuimos escrupulosamente puntuales a la cita en el coso alcalaíno. Por si acaso. Y menos mal, porque no se había puesto aún del todo el sol a este lado del Henares cuando, dos o tres minutos antes de las diez de la noche, empezaban a sonar los ritmos de “Hombre de ninguna parte” mientras Xoel y su banda iban apareciendo sobre el escenario. Con la misma formación que ya vimos hace un par de meses en Guadalajara, a los seis músicos les tocaba abrir – por cambio de guión de última hora- una noche que se presentaba intensa: a los ritmos renovados del artista antes conocido como Deluxe se sumaban la propuesta de los mexicanos Zoé y la intensidad de los chicos de Vetusta Morla.
Con todos los músicos en posición, la velada empezó oficialmente con “Desafinando amor”. Sonidos de ese Atlántico con el que Xoel ha vuelto, sin escudos ni alter egos, algo menos rockero, eso sí, aunque con el saber hacer y la magia de siempre. Porque es un grande, aunque a la nueva banda aún le falte algo de rodaje, y es no sólo capaz de crear grandes canciones, sino de defenderlas con mucha solvencia en casi cualquier formato. Con compañía o solo; en eléctrico o a base de sonidos acústicos, percusiones y guitarra española.
No fueron, no obstante, los nuevos ritmos los únicos presentes en el repertorio que ofreció en la ciudad complutense. Sonaron algunas de las que no suelen faltar (A un metro de distancia, Historia Universal) y volvieron otras menos habituales, porque, como confesó el gallego, “estuvimos ensayando algunos temas del pasado”. Volvió a sonar así “Gigante”, de Fin de un viaje infinito, que a más de unos nos arrancó una sonrisa (intercalada entre saltos y gritos a pleno pulmón). Momentos como ése o aquel “Encontraré algo mejor”, de «Historia universal», que es siempre una de las frases masivamente coreadas y a la que no le sienta nada mal el acompañamiento de Lola García Garrido con la melódica, arrancaron las mejores reacciones de los presentes, aunque mención aparte merece el genial arranque de percusión que compartieron Xoel y Carlos Freire durante “El asaltante de estaciones” y la tríada final, en la que del estribillo más pegadizo del nuevo disco –aquello de “Yo no creo en los fantasmas”- pasaron a hacer una última parada en Fin de un viaje infinito, a ritmo de “Adiós corazón”, para cerrar una actuación de una hora con el primer adelanto que tuvimos, hace casi dos años, del nuevo Xoel. “Hombre de ninguna parte”, saludos, público cómplice y rápida aparición de técnicos y staff. Venía el primer cambio de tercio.
Los mexicanos Zoé eran, para nosotros, el menor reclamo de los tres que ofrecía el cartel, pero aguantamos el cambio de instrumentos, curiosos y con ganas de ver cómo respondían ante la expectación de muchos de los que nos rodeaban. Y aunque fueron recibidos con muchas ganas por buena parte del público, que se rindió al sexteto desde la primera canción, nosotros, tras cinco o seis canciones, optamos por acercarnos a los puestos de ‘avituallamiento’ para afrontar el tramo final de la noche en las mejores condiciones.
Porque quedaba el plato fuerte y apenas pisasen Pucho y compañía las tablas iba a quedar patente a qué había ido la mayoría de las casi 8 mil almas presentes en la arena alcalaína.
Odiados y adorados a partes iguales, los de Tres Cantos se han convertido en los últimos años en una de las bandas más omnipresentes del panorama patrio. Están en festivales y en fiestas de pueblo; en grandes plazas y en rincones más pequeños; suenan en Radio 3 y se cuelan en los primeros puestos de la lista de Promusicae. Y su público es igual de variopinto. Contrastes, que, no obstante, no deben nunca eclipsar una gran realidad: Vetusta Morla es una de las bandas nacionales más en forma, con uno de los directos más potentes.
En Alcalá se presentaron con el tema que da nombre a su segundo largo, “Mapas”. Y, quitando un par de momentos de respiro, convenientemente ubicados dentro del repertorio, no dieron tregua al personal en la hora y media larga que estuvieron sobre el escenario complutense. Tras la primera canción del repertorio, un par de temas más de Mapas, sin parar y sirviendo para poner a todo el mundo a tono, fueron la antesala del primer gran karaoke de la noche, en un ritual que lleva años repitiéndose: los primeros acordes de Copenhague desatan, siempre, irremediablemente, el delirio, que se extiende cuando la enlazan con la que dio nombre al debut, “Un día en el mundo”. Breve respiro, un poco de aire y la calma de “Baldosas amarillas”… y, para cuando llegó esa gran canción que es “Maldita dulzura”, ya estábamos metidos de lleno en un concierto que se acercaba a uno de sus puntos álgidos. Porque aunque no den tregua, aunque el directo de los tricantinos se mantenga casi de forma constante a un altísimo nivel, hay varios momentos que, casi sin excepción, son, noche tras noche, los que les elevan un escalón más arriba.
Eso es lo que sucedió en la noche alcalaína, en la que la intensidad subió drásticamente cuando cogieron carrerilla y fueron de “En el río” a “Lo que te hace grande”, justo antes de convertir la plaza de toros en una olla a presión a punto de estallar a base de unos cánticos ya imprescindibles. “Saharabbey road”, sin ser la mejor canción del repertorio de Pucho y compañía, se ha convertido casi casi en santo y seña de la banda; en ese momento del concierto en el que el respetable pierde definitivamente los papeles y se vuelve loco a base de repetir hasta la saciedad esa combinación de lololos y lalalas. Tras semejante derroche de energía, la pausa de “Canción de vuelta” es más que necesaria y sirve de transición.
Con “Autocrítica” empezó a subir lentamente el ritmo, que de nuevo se desató con otro de los himnos por excelencia de Vetusta Morla.” Valiente” y “El hombre del saco”, que arrancó en el centro del escenario con una guerra de claves entre Pucho, Juanma y Jorge, pusieron el punto y seguido a una noche a la que aún le quedaban tres temas de gloria.
Un par de minutos después reaparecieron sobre el escenario los seis músicos con esa joya que abre su último disco, “Los días raros”. De ahí a la traca final; la que siempre funciona; la que da un final álgido a un concierto ya de por sí intensísimo. De “Sálvese quien pueda” a la canción del repertorio de los tricantinos que probablemente más crece en directo. Porque “La cuadratura del círculo”, en medio de una locura de percusiones y distorsión, se vuelve en directo una canción soberbia, con la que el público hace un último esfuerzo y libera en un arranque final la poca energía que todavía le queda. Y eso, que ya es una constante con Pucho, Álvaro, Juanma, Jorge, Guillermo y David, sucedió también, como no podía ser de otra manera, en el coso alcalaíno, del que al filo de las 3 de la mañana salieron varios miles de personas agotadas pero, a juzgar por las sonrisas y los ánimos, muy satisfechas.
Se echaban en falta noches como ésta en esta orilla del Henares.
Plaza de Toros – Alcalá de Henares, 20.07.2012
Xoél López
- Desafinando amor
- Por el viejo barrio (plegaria)
- A un metro de distancia
- Gigante
- Tierra
- El asaltante de estaciones
- Buenos Aires
- Caballero
- Historia universal
- De piedras y arena mojada
- Adiós corazón
- Hombre de ninguna parte
Vetusta Morla
- Mapas
- Boca en la tierra
- Cenas ajenas
- Copenhague
- Un día en el mundo
- Escudo humano
- Baldosas amarillas
- Maldita dulzura
- En el río
- Lo que te hace grande
- Saharabbey Road
- Canción de vuelta
- Autocrítica
- Valiente
- El hombre del saco
- Los días raros
- Sálvese quien pueda
- La cuadratura del círculo