25 años no se cumplen todos los días. La cifra, de por sí sola significativa, adquiere mayor valor si la ponemos en contexto. Y es que 25 años son los que Carlos Galán y Gema del Valle llevan trabajando y luchando por y para la música, abriendo camino y brindando oportunidades a decenas de bandas, muchas de las cuales hoy ya forman parte de la historia musical de este país.
Un cuarto de siglo de grandes momentos –y seguro que otros menos buenos- que merecía una celebración a la altura. Y eso es justo lo que prometía la cita en el Matadero. Dos días con lo más granado de la historia del sello madrileño; con las bandas que estuvieron pero un día decidieron parar; con las que arrancaron en Subterfuge y después dieron el salto a otras discográficas. Y también con las de ahora, con las que son el pasado reciente y, sobre todo, el presente y el futuro del sello.
A pesar de la amenaza de tormentas, cuando llegamos a las seis de la tarde luce un sol radiante. Vemos pasar a más de uno que, siguiendo los consejos de la organización, ha optado por traerse el chubasquero. Por si acaso. Pero no va a hacer falta, porque hasta el tiempo se va a sumar a la gran celebración.
Con las pulseras bien ajustadas y dispuestos a disfrutar de un cartel que nos ganó en segundos, entramos al recinto justo cuando Purr hace su aparición sobre las tablas a ritmo del “Perfect day” de Lou Reed. Más claro no se podía cantar. Los donostiarras entran dentro de ese grupo de bandas que, tras más de una década separados, han vuelto a las tablas para cantarle el cumpleaños feliz a Subterfuge. No es el caso de los chicos de McEnroe, que -aunque por logística se prodigan en directo mucho menos de lo que a muchos nos gustaría- siguen muy activos, como dejan claro en sus escasos veinte minutos sobre el escenario con canciones como “Tormentas”, “Mundaka” o “Los valientes”. No está nada mal para ir calentando motores.
Del Norte pasamos a la costa, y con los aires murcianos de Neuman prosigue la tarde. Paco y compañía llegan con nuevo largo, If, pero asaltan el escenario a golpe de “Bye fear/Hi Love” y “Hell”, que suenan como un tiro, antes de cederle el protagonismo al material nuevo de la mano de “Turn it” y “Oh no”. En una nueva muestra de saber hacer sobre las tablas, los de Murcia dejan claro que –si existe la justicia musical- pronto empezarán a ocupar huecos más nocturnos en los carteles festivaleros.
Aún no lo sabemos, pero la tarde nos depara ya poca tregua porque –salvo el momento bizarro de la noche en forma de DJ set del tándem Alaska-Canut- todo lo que viene va a merecer mucho la pena y va a ir de menos a más.
El menos llega rápido, con cierto deje malagueño. Porque son poco más de las ocho y media de la tarde cuando quien aparece sobre las tablas es Anni B Sweet, que –inmersa en la preparación de su tercer largo- se planta en el Matadero con un repertorio raro. Para nuestro gusto, además, demasiado pausado. Porque sale a ritmo de “Motorway”, que junto al final con su revisión del “Take on me” de Aha va a ser lo mejor. Entre medias, mucha calma para lo que pedían la cita, la hora y el sol de justicia que –pese a las previsiones de los más agoreros- aún lucía. «Lalala», «The Closer», «At home» y un tema nuevo –estos dos últimos con Noni de Lori Meyers al bajo- y despedida con el guiño a Aha. Y la sensación final de que Ana y su banda son capaces de mucho más.
Apenas diez minutos de descanso y cambio de tercio para el turno de una de las bandas que mejor iba a sonar en la jornada del viernes. El tándem formado por Leonor Watling y Alejandro Pelayo no está seguramente entre los más esperados, pero Marlango va a saber aprovechar su escasa media hora. Abren fuego de forma inesperada aunque con el coro fácil de “Walking in Soho”. Queda claro que no se van a quedar en su época Subterfuge, porque detrás llega otra posterior, “The answer”. “’Esta es la primera canción que escribimos,” cuenta Watling cuando por fin deciden acordarse de su debut. Suena “Enjoy the ride” y, justo después, un guiño al presente –ya en castellano- con el sabor a tango de “Si yo fuera otra”. Se guardan lo mejor para el final –aunque nosotros echaremos de menos “It’s alright”- con “Once upon a time” y, sobre todo, con un “Shake the moon” intenso, que suena muy bien.
De la elegancia de Marlango a Ellos, que van a dar uno de los conciertos más divertidos del festival. De blanco inmaculado, como en sus tiempos con el sello madrileño, irrumpen en escena Guille Mostaza y Santi Capote, que esta vez dejan atrás el formato dúo y vienen con banda completa. Y, además, eligen muy bien el repertorio. Del “En tu lista” con el que arrancan a la fiesta final que es “Lo dejas o lo tomas”, con el público por primera vez realmente entregado a lo que ve sobre las tablas. Todo hits –suenan también “Zona VIP”, “Campeón” y “Diferentes”- en un show divertido que deja muchas sonrisas en el respetable.
Con Sexy Sadie llegan sensaciones encontradas. Los mallorquines son uno de los nombres en mayúsculas en la historia de Subterfuge, y sus reuniones son siempre recibidas con mucha expectación. Pero en noches como ésta, sorprenden sus elecciones. A nuestro lado, alguien que se confiesa muy fan de la formación nos dice que no entiende el repertorio que han elegido. Y es que Jaime, Toni y compañía han decidido hacer un repaso a su discografía, de más reciente a más antiguo, con paradas en temas como “Nonsense”, “Always drunk” o la versión que hicieron del “Happines is a warm gun”, de los Beatles. Todos los peros se nos olvidan cuando van cayendo otras como “A brand new world”, “Someone like you” o el mejor final, el que llega con su primer gran éxito, “In the water”.
Cuando más ganas tenemos, llega el gran pero del viernes. Porque entre Sexy Sadie y Dover se cuela el DJ set de Alaska y Nacho Canut, inicialmente previsto para dos horas más tarde. Y si la idea era animar a la gente, para nosotros lo que provoca ver a Alaska y Canut pinchando temas –muchos propios- mientras se toman una copa es una sensación de bajón. El experimento corta el ritmo en una jornada hasta ese momento sin peros. De compensarlo con creces se encargan los siguientes invitados a la fiesta. Porque si el éxito de un concierto se midiese por la reacción del público, lo de Dover habría que catalogarlo de goleada. Sin paliativos. Porque los madrileños saltan a escena dispuestos a ganarse al personal a base de rock y guitarrazos. Directos, enérgicos y optando por olvidarse de su presente, para centrarse en esa época en la que un disco de Subterfuge se convirtió en un auténtico fenómeno de masas. Los madrileños saltan a escena dispuestos a olvidarse de su presente. Y alientan al personal para que la fiesta sea redonda cuando cuentan que “Winter song” “era la canción favorita de Carlos y Gema, protagonistas de esta fiesta” e intentan provocar un “Cumpleaños feliz” colectivo. Los mejores momentos llegan, como no podía ser de otra forma, con los tres grandes hits de aquel Devil came to me. “Con Subterfuge nos pasó una cosa impresionante y es increíble que después de tantos años sigamos aquí todos. Ellos, nosotros y vosotros,” dice Cristina Llanos para presentar una de las más esperadas de este DDM14. Y entonces suena “Serenade”. Y se desata la locura. Igual que con “Devil came to me” y con ese trallazo final que es “Loli Jackson”, el momento más apoteósico de Dover en esta gran fiesta.
Y aunque se llevan el premio del público, si nosotros nos tenemos que quedar con un solo concierto, sería con el que nos queda. Porque ese supergurpo que nació de la unión de Arizona Baby y Los Coronas está a otro nivel. La respuesta en el Matadero no va a ser como con las Llanos, pero tampoco se va a quedar muy lejos. Porque Corizonas es un torbellino sobre el escenario, con un frontman –Javi Vielba- de diez que está arropado por músicos soberbios. Y suenan especialmente brutales “The falcon sleeps tonight” y “I’m alive”, en un repertorio que abren con “Hey, hey, hey” y en el que incluyen también “Run to the river”, “I wanna belive” y una gran “Piangi con me” para rematar. Y sólo podemos pensar “Qué bueno que volvieron”.
Llegados a este punto, renunciamos a Cycle porque tras la jornada laboral y siete horas de mucha y muy buena música, nuestros cuerpos piden una tregua. Nos vamos, eso sí, muy sonrientes. Por lo que hemos visto y por lo que sabemos que aún está por llegar.
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