Sonorama Ribera 2017 – Domingo de reflexiones y corazón (13.08.2017)

Como en esas películas en las que lo importante no es dónde llegas sino cómo, vamos a empezar nuestro repaso a la edición más redonda de Sonorama Ribera por el final. O al menos por lo que para nosotros fue el final.

Y lo hacemos así por muchas razones, pero sobre todo porque nos parece la mejor forma de hacer balance y porque creemos que los últimos minutos que vivimos de este Sonorama 2017 representan a la perfección al festival y todas esas cosas que son su esencia.

Por primera vez no pudimos apurar el festival hasta sus últimos minutos y nos tocó despedirnos de Aranda el domingo por la tarde, dejando por disfrutar las dos últimas noches en el camping pero llevándonos en la retina la comunión perfecta que un año más se vivió en la Plaza del Trigo entre bandas, organización y Sonoritos.

El 20 aniversario del Sonorama no ha sido un evento perfecto. Los 6 días de festival no han fluido sin problemas, no ha habido un cartel perfecto ni lo que ha sucedido en Aranda ha dejado a los decenas de miles de asistentes igual de satisfechos. Pero que alguien nos diga un sólo festival del que no se pueda decir lo mismo.

Sonorama_2014_479Sin embargo, de lo que no pueden presumir muchos festivales es de la capacidad de reacción que tiene la organizacion de la cita arandina, de lo claro que tienen qué quieren ser y cómo y de lo mucho que ofrecen por un precio muy ajustado.

Este año en Aranda hemos sido muchos y la inmensa mayoría estábamos allí desde el principio. Por primera vez ha habido una validación de abonos el jueves cercana al 100% y eso no entraba en los planes de casi nadie. Incluido el equipo detrás del Sonorama. Eso dió lugar a colas inmensas en los accesos -hasta dos horas el jueves para ponerse la pulsera-, aglomeraciones en el pueblo y también algún problema para cenar o abandonar el recinto ferial -como en la espantada masiva con Los Planetas que a nosotros nos sigue pareciendo incomprensible-.

A muchas de esas cosas ha ido reaccionando el Sonorama sobre la marcha, habilitando las casetas del camping para canjear las pulseras desde el viernes, ampliando y mejorando la gestión de accesos o reforzando el servicio de autobuses.

Así que aunque desde nuestro punto de vista tal vez el festival arandino haya crecido en exceso y en ese proceso pueda estar perdiendo parte de su encanto, nadie puede negarle que tiene capacidad para recibir críticas constructivas e intentar reaccionar y buscar soluciones.

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Por encima de todas esas cosas, además, sigue estando uno de los aspectos más importantes y que hacen de Sonorama uno de los festivales favoritos del público y de las bandas. Porque en Aranda durante esos días de agosto, lo más importante no son todos esos nombres propios que pueblan el cartel (y ojo, que son nada menos que 250) sino esa comunión casi perfecta que se crea entre los Sonoritos, las bandas y la gente del pueblo. Es encontrar música, un vaso de vino o un mini de croquetas al girar cada esquina; es estar en la Plaza del Trigo y ver cómo esa banda con la que tú flipas en directo está a tu lado flipando con los compañeros que están sobre el escenario y con el ambiente que se está creando; son esos vecinos que mientras mueres de calor en Santa Catalina viendo a Rufus, a Nixon o a Second, empiezan a rociarte con cubos de agua para que sea todo un poco más llevadero. Y son esas 7 u 8 bandas que no dudan en subirse a un escenario para compartir canciones y buen rollo y mandar la enésima ola de energía a los chicos de Supersubmarina.

Todo eso lo hemos visto en los 5 días que hemos pasado en Aranda. De todo eso vimos la mejor muestra en el cierre de la Plaza del Trigo y el Escenario Radio 3.

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Un domingo que dedicamos a recorrer escenarios y ver pequeñas muestras de lo que iba sucediendo en ellos.

Empezamos en la Plaza de la Sal y el escenario Heineken con Loud y de ahí fuimos a comprobar como, una mañana más, el primer concierto de la Plaza del Trigo reunía un importante grupo de Sonoritos que huía del solazo mientras los chicos de Quadrophilia lo sufrían sobre las tablas.

De ahí vuelta a la Sal y a la energía de Noise Box, que también tenía un público considerable a pesar de la hora, del sol y de los días de cansancio acumulado.

Tras comprobar como los djs de la Plaza del Rollo ya empezaban a tener también su público y ver cómo Depedro probaba sonido en Arco Pajarito -antes de la sorpresa que no fue y que hizo que el concierto del madrileño se adelantase media hora-, vuelta al Trigo, donde las chicas de The Grooves resultaron ser un ciclón, energía en estado puro con claras ganas de disfrutar y poner a la plaza a bailar -y aún así les quedó algo de reserva para hacer luego ellas lo propio con la sorpresa, un par de horas después-.

La penúltima parada de la mañana volvió a ser en la Sal, donde los chicos de Olivia y su recientemente estrenado EP Abril, nos causaron muy buenas sensaciones, entre un público que no dudaba en responder y cumplía con creces cuando la banda les pedía que bailaran.

Fieles a las tradiciones, el escenario de la Plaza de Trigo se iba a clausurar un año más con sorpresa. Sorpresa que, como también empieza a ser habitual, ya se barruntaba desde días atrás, con el rumor de que se cocinaba un homenaje a Supersubmarina con Sidonie a la cabeza protagonizando más de un corrillo Sonoritos.

Sidonie alimentaba el rumor la noche de antes en sus redes sociales y, al filo de las tres de la tarde, Javier Ajenjo -director del festival- lo confirmaba sobre las tablas. «Hace justo un año estábamos aquí muy preocupados con las noticias que nos llegaban sobre el accidente de Supersubmarina. En esta edición teníamos claro que había que hacer algo especial».

Sonorama_2014_475Y así daba paso a Marc, Jess y Axel, que saltaban a escena con camisetas de la banda jiennense y a los que se unía Virginia Díaz para arrancar un homenaje que se abría con «En mis venas».

A partir ahí, 45 minutos de fiesta y un carrusel de colaboraciones que, además de servir para recordar y mandar energía a los chicos de Supersubmarina, dio buena muestra del buen rollo existente entre muchas de las bandas del panorama patrio.

De Óscar Delafé y sus bailes en «En mis venas» a Víctor, Julia y Rodrigo -de Rufus T. Firefly- con «Algo que sirva como luz», pasando por Jorge Martí -de La Habitación Roja- y «Viento de cara» y tocando techo con el mano a mano de Mikel Izal y Marc en «LN Granada».

Y tras esa primera mitad de amigos, buen rollo y tributo, una segunda del repertorio propio de los catalanes en la que «Costa Azul» y «Por ti» abrieron un camino que les llevó hasta «Carreteras infinitas» y que se volvió locura con «Estáis ahí», con la banda entregada, el público cantando y bailando al son qué marcaban y el escenario plagado de bandas y miembros de la organización y la prensa echando el resto.

Con esa imagen y esas sensaciones abandonamos la plaza, nosotros como tantos otros, teniendo claro que, una vez más, ese rincón de Aranda se había vuelto a convertir en el corazón musical del país, en la enésima muestra de que por encima de las dificultades y los contratiempos, es un corazón que late con fuerza y que da muestra del buen rollo y la salud que reinan en nuestro panorama musical. Y de eso es de lo que se trata.

(Pincha en la imagen inferior para ver más fotos)

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