Amanecimos el domingo algo flojos de fuerzas y, casi más por inercia, tras desayunar, pusimos rumbo al centro. El cartel dominical era aparentemente el más tranquilo, así que decidimos arrancar y disfrutar con calma de lo que quedaba por delante. Gran acierto, porque enseguida íbamos a descubrir que nos aguardaba una intensa mañana, con sorpresa final incluida.
Recién aterrizados en la Plaza del Trigo, sentados en una terraza apenas unos minutos antes de que Marcus Doo & the Secret Family marcasen el inicio oficial del último día del Sonorama 2012, un tweet de la organización nos alegraba la mañana. El tapado de la decimoquinta edición del festival arandino tenía nombre y apellidos. Gallego de nacimiento y hombre de ninguna parte por elección, Xoel López iba ser el encargado de bajar el telón en el escenario del pueblo. Pero antes de eso nos quedaban aún dos grandes horas.
Cuando Marcus Doo y el resto de miembros de su familia secreta aparecieron sobre el escenario, éramos pocos los festivaleros madrugadores (porque sí, las 12 de la mañana de un domingo, tras tres duras jornadas de música, vino y fiesta es técnicamente madrugar) que rondábamos el corazón de Aranda, pero creo que ninguno nos arrepentimos. Algo tímidos, aprovecharon su media hora larga sobre las tablas, sin estridencias, con muy buen hacer, y sacándonos lentamente de ese estado medio somnoliento en el que aún andábamos.
Todo parecía ir rodado; cumplimiento escrupuloso de los horarios –casi incluso empezando antes de hora– y cambios rápidos de instrumentos. Además, algo estaba a punto de terminar de sacarnos de nuestro letargo. Llevábamos desde el viernes sin escuchar gritos –claros e intensos– de ¡Escenario Principal!, pero una simpática formación de Getxo estaba a punto de cambiar eso, iniciando, además, una auténtica traca de más de dos horas –repartidas en tres conciertos– como colofón final para la Plaza del Trigo.
Con el único objetivo de hacernos sonreír, los cinco miembros de Smile tomaban posiciones sobre el escenario unos minutos antes de que el reloj diese la una –hora oficialmente prevista–. Nos los habíamos perdido en el Arenal y nuestra única referencia era un bolo que les vimos abrir para los Sunday Drivers allá por 2010, apenas unos días después de que los toledanos anunciasen su separación, y sentíamos cierta curiosidad. Para nada nos esperábamos el gran concierto que dieron los de Getxo. Se metieron en el bolsillo a todos y cada uno de los presentes en la Plaza del Trigo casi desde el primer minuto. Repartieron simpatía y arrancaron sonrisas a raudales. Cuando cantaban aquello de ‘I’m free to do as I want to’ y cuando se acordaban de los Beatles y su “All you need is love” mientras repartían piruletas de corazón a diestro y siniestro. O cuanto su cantante, John Franks, acababa mezclándose con el público. Aprovecharon para recordarle al personal que, como regalo veraniego, hace semanas que está disponible para descargar su EP “Seasides” y terminaron en medio de gritos de ‘¡Escenario principal!’, alternándose todos para cantar el “Ooh La La” de Faces y pidiéndonos una cadena de favores para difundir lo que todos teníamos clarísimo: merece la pena ver a Smile en directo.
Los diez años de carrera de Havalina tenían cabida –por primera vez– en el Sonorama para el cierre oficial del escenario del pueblo. El ahora trío, con Manuel Cabezalí al frente –en su tercera aparición en esta edición del Sonorama, tras tocar con Anni B Sweet y The Cabriolets– llegaba a Aranda a repasar algunos de los temas que han marcado su carrera y a regalarnos algunos de los que formarán parte de su nuevo disco, que tiene previsto publicarse antes de que termine este 2012 y que será ya el séptimo de la banda. Uno de los nuevos temas que compartieron fue “Días de sol”, que tuvo una gran acogida por parte del público, y de los temas de sus anteriores trabajos “Incursiones” y “Tú ciudad” fueron de las más coreadas.
Cuando los madrileños se marcharon del escenario, el director del festival, un Javier Asenjo casi sin voz, se acercaba al micrófono para pedirnos que no nos marchásemos: “Tenemos un regalo de cumpleaños para vosotros.” Allí, de todas formas, no se movía ni un alma, porque casi todos sabían ya que el festival nos había guardado una sorpresa final. Los gritos de “¡Xoel, Xoel!” inundaron la plaza y el gallego, desde detrás del escenario, respondió con saludos y tímidos botes al entusiasmo generalizado. La espera y los preparativos se hicieron un poco largos, pero el nivel de entusiasmo no decayó. Cuando por fin Xoel y Lola García Garrido aparecieron sobre el escenario, la fiesta que habían ido calentando las tres anteriores bandas terminó de estallar. Mirada cómplice del gallego, que nos contó que tanto él como Asenjo estaban de cumpleaños y que más tarde habría que cantarlo en condiciones. Pero los sonoritos tenían otros planes y acto seguido llenaron el corazón de Aranda con un “Cumpleaños feliz” un tanto desacompasado.
Sonriente como pocos días, Xoel nos iba a confesar que él quería tocar aquí: “Yo le dije a Javi que al escenario principal no volvía; que esto es lo que mola”. Más tarde incluso nos invitaría a todos a cambiar nuestro grito de guerra por el de “Plaza del Trigo”. Razón no le falta, porque es difícil concebir el Sonorama sin las mañanas en el pueblo, que dejan cada año –sin excepción– auténticos conciertazos para el recuerdo. Y así, con el ambiente perfecto, y esa comunión entre público y músicos que llega a sus cotas más altas en este rincón de Aranda, llegó por fin la música. De “Reconstrucción” a “Por el viejo barrio”. De los fantasmas en “De piedras y arena mojada” a su “Tierra”. Con momentos como el que compartió con Eladio Santos –al que se veía disfrutar de lo lindo viendo el concierto desde el escenario– con “A un metro de distancia” o ese ya clásico “Encontraré algo mejor” que todos acabamos gritando siempre cuando suena “Historia del amor universal”. Al final, broche de oro con “Hombre de ninguna parte” y varios cientos de festivaleros que, remolones, abandonaban sonrientes la Plaza del Trigo.
Después de una mañana tan intensa, y con el cansancio acumulado de todo el festival, nos costó un poco, pero logramos ponernos en marcha a tiempo de ver parte de la actuación de Eric Fuentes & El Mal en el escenario Castilla y León es vida. Nos dio bastante pena ver que el aforo no era muy numeroso, pero la banda lo dio todo e hizo al público disfrutar tanto con los temas de su último disco como con las versiones de “Hanging on the telephone” y “Ataque preventivo de la URSS”.
Cambiando de escenario nos encontramos con Napoleón Solo, que venían del brazo de su Chica Disco –punto negativo que no estuviera el disco en el puesto de venta– y dispuestos a darlo todo. A pesar de la entrega del grupo, no se puede decir que sonasen bien, ya que hubo bastantes acoples y muchas veces la voz de Alonso desaparecía debajo de la música. Pero el público, benévolo y comprensivo, pasó eso por alto y se entregó a disfrutar y bailar con los temas de los granadinos. Aunque se centraron en presentar su último trabajo, no podían dejar de lado los temas de su primer largo que muchos esperaban escuchar y quedó claro cuando llegó “Lolaila Carmona” y todo el público se rindió a sus pies.
No habían hecho más que terminar los chicos de Napoleón Sólo y Cooper hacía su aparición sobre el otro escenario. La propuesta mod de Álex Díez y los suyos congregó a bastante gente a pesar de ser todavía algo temprano. Álex estuvo dicharachero y dialogante con el público, una de las anécdotas versó sobre una chica que los había adelantado por la autovía a una velocidad apabullante, y le dedicaron “Saltos de esquí” a esa chica, que tenía demasiada prisa como para parar en el Sonorama.
Nosotros no teníamos ninguna prisa por marcharnos de Aranda, así que tras la actuación de Cooper cambiamos de escenario. Estábamos expectantes por ver que tenían que ofrecernos “The Primitives”, una banda inglesa que tras casi dos décadas volvió a los escenarios en 2009. Los británicos salieron al escenario cargados de energía y buen rollo, con una Tracy Tracy al frente que tardó segundos en ganarse al público, para ofrecer un repaso a temas de sus dos etapas, si bien lo que desde la arena se recibió con especial entusiasmo fue su tema más conocido, “Crash”.
Lo que nos encontramos a continuación fue una de las mejores sorpresas del festival. Aunque habíamos oído hablar de ella, habíamos cometido la insensatez de no dedicarle el suficiente tiempo a su propuesta. Y en cuanto salió al escenario nos dimos cuenta de nuestro error. Porque Maika Makovski fue un auténtico torbellino; a las teclas, a la guitarra, a la voz… Desprendió energía y buen rollo a raudales y se mostró simpatiquísima –ya podía tomar nota más de una– así que tardó bastante poco en tenernos a todos ganados. Tras dirigirse al inicio “a los que habéis resistido”, un par de canciones después oteó el horizonte y pareció sorprenderse con lo que veía. “¡Sois muchos los que habéis sobrevivido! ¡Dios, os quiero!”. Y hasta el más reacio acabó por rendirse a “The sing of the times”, “Language” o “The gate”
Tras el subidón de adrenalina que supuso el concierto de Maika Makovski, mudarnos de escenario nos sentó como un jarro de agua fría, porque allí nos encontramos con lo que podría ser su antítesis. Lourdes Hernández, más conocida como Russian Red, salió al escenario junto a su banda y se pusieron a interpretar los temas de “Fuerteventura” y “I love your glasses” como si estuvieran en un estudio de grabación. No fue hasta la sexta canción cuando Lourdes se dirigió al público para ver si lo estábamos pasando bien. Y aunque todos tenemos claro que la música de la madrileña no es para bailar como si no hubiera un mañana, en Aranda hasta los ritmos más alegres de temas como “The Sun, The Trees” estaban ralentizados, haciendo así que algunos llegaran a aburrirse. Para próximas citas debería tener en cuenta que no es lo mismo tocar en un teatro que un festival y que las mismas canciones se pueden interpretar más o menos animadas sin perder su esencia. O eso, o que le busquen un hueco más apropiado en el cartel. Pero lo cortés no quita lo valiente y al césar lo que es del césar: la calidad sonora de Russian Red y los suyos fue de lo que mejor sonó en el festival y el lavado de cara que le han dado a muchos temas –bastante necesario ya en algunos casos– les sienta muy bien.
Inevitablemente, en algún momento de la noche había que hacer parada en boxes para reponer fuerzas y aprovechamos el concierto de Lüger. Le quedaba ya muy poquito a la decimoquinta –y esperemos que no última– edición del Sonorama; sólo la actuación de los puertorriqueños Calle 13 nos separaba de la despedida. Y aguantamos –debemos confesar– sobre todo por curiosidad, por ver qué era lo que la organización había reservado para ese último hueco dominical que estrenó, un año antes, Amaral. Y aunque –siguiendo con las confesiones– no podemos decir que lo disfrutásemos, hay que reconocer que la cosa sonó muy bien y los varios miles de personas que habían aguantado –y lo que se sumaron ex profeso para la ocasión– bailaron mucho, tirando de reservas de energía y cantando con ellos temas como “Nadie como tú”.
Al final, como cada año, esa sensación rara, como de vacío. Había terminado un nuevo Sonorama y ya casi empezábamos a contar los días que faltaban para el siguiente. Porque confiamos en que lo haya y sea, como tiene que ser, en Aranda. Porque esperamos que las autoridades y organizaciones pertinentes se den cuenta de lo mucho que le ha dado y aún le puede dar el Sonorama a Aranda. Porque si se pierde, el festival arandino dejará un hueco que ningún otro festival del panorama nacional está en condiciones de cubrir. Así que brindemos todos con un buen ribera por otros 15 –por lo menos– Sonoramas más.