Cuando El Erizo Albino me propuso hacer la crónica de un concierto, me entraron sudores fríos. Eran sudores distintos a los que empapaban la camisa de Xoel López un sábado en La Riviera. Los suyos eran el resultado de dejarse el alma encima de un escenario. Los míos, de mi nula experiencia en el arte de escribir sobre música.
Todo empezó en un avión. En reconocer en unos de los pasajeros al admirado cantante de una amiga… y de una servidora. Después de expresar la admiración, invitar a un par de cafés y enumerar todos los conciertos en lo que había estado, encontré mi recompensa gracias a la amabilidad de cantante y agente: dos entradas para el concierto fin de gira de Xoel López en la sala La Riviera de Madrid.
Sé poco de música; lo que puede saber cualquiera, supongo. Sé si me gusta o no lo que escucho pero, sobre todo, sé si me emociona. El sábado 17 dos canciones me pusieron la piel de gallina. No quiere decir que sean mis preferidas, pero sí que me provocan reacción, tal vez porque me trasladan a dos ciudades: una no la conozco, en la otra llevo toda la vida. Me refiero a “Buenos Aires” y “El Cielo de Madrid”.
El concierto empezó fuerte, con una sala ansiosa y abarrotada, mi amiga infiltrada en el foso de los fotógrafos y tres canciones alegres (aunque hablasen más de fracasos o cagadas en el amor que de éxitos): “Caballero”, “Desafinado amor” y una de esas con las que probablemente toda la sala se sintió identificada, “Historia del amor universal”.
Xoel, también conocido como el hombre orquesta, y su grupo -entre los que se encuentra Lola, esa que toca instrumentos que no sabía ni que existían y el ukelele, que me suena; Carlinhos, que me recuerda al Flipi de El Hormiguero pero con batería; el guitarrista, Juan de Dios Martín, que al parecer se despedía con este concierto, y el resto (Fernando Lamas, David Quinzán y Aurora Roca)-, fueron desglosando el disco de Atlántico y mezclando canciones de tiempos de Deluxe y discos como Reconstrucción y Fin de un viaje infinito.
Con “La Boca del Volcán”, esa canción que habla del amor sin nombrarlo, que habla de fe, necesidad, mentira o aguja en una pajar, se desató la locura general. Parte de culpa la tuvo la irrupción en escena de un auténtico personaje, Scott, que venía de EEUU, al que descubrieron por casualidad en internet y que casi eclipsó al propio Xoel.
Colaboró el chaval en otra canción más, “Resurrección”, y luego Xoel se quedó solito con su piano.
Pero a Xoel López no le dura mucho la soledad. La gente pedía a Iván Ferreiro y apareció Félix Arias, compañero de batallas de Xoel en el grupo Lovely Luna, al que pertenece “Yo ya te conozco”.
El concierto iba a llegando a su fin. Veintiuna canciones habían sonado en la Riviera cuando el grupo se despidió por primera vez. Volvieron, y con ellos “El amor valiente”, “Ver en la Oscuridad” y, de nuevo, Félix y Scott para el fin de fiesta, “Hombre de ninguna parte”, y ese estribillo sin letra ya famoso que ayuda a cantar todo el público. Se volvieron a ir, y qué pena daba que se acabase, oye.
Pero Xoel y los suyos son gente educada y tenían que despedirse como Dios manda, a lo Anne Igartiburu. “Adiós Corazón”.
Por cierto, mi amiga quiere comprarse un ukelele. Gracias Xoel.
Xoel López – Madrid, Sala La Riviera (17.11.2012)
- Caballero
- Desafinado amor
- Historia del amor universal
- La gran montaña
- Parando el tráfico
- Buenos aires
- Que no
- El asaltante de estaciones
- Pájaros negros
- La boca del volcán
- Reconstrucción
- Rostro de actriz
- De vino y espejos
- El cielo de Madrid
- Tierra
- Por el viejo barrio
- Yo ya te conozco
- A un metro de distancia
- Los días fríos
- Réquiem
- De piedras y arena mojada
- Ver en la oscuridad
- El amor valiente
- Hombre de ninguna parte
- Adiós, corazón
Texto: Mónica de la Sierra
Fotos y vídeo: El Erizo Albino