A veces tengo la sensación de repetirme. Quizá sea porque en ciertos casos tengo tan claras las sensaciones que algo o alguien me transmite, que sólo un cambio muy radical podría cambiarlas. Sea como fuere, la cuestión es que justo eso es lo que me pasa con ella: cada vez que vuelvo a verla en directo me transmite las mismas ganas, el mismo oficio y, por encima de todo, la misma honestidad. A veces, diría, incluso más. Y en ese momento se me olvida que tal vez el disco A o el disco B no me termine de convencer.
En esta ocasión, además, acudí prácticamente en blanco a la cita. Apenas unas escuchas de “Wolverines” -la canción- hace un par de meses y una o dos de «Treinta y tantos». El quinto disco de la cordobesa lo iba a descubrir en directo -que debo confesar que a mí es como más me gusta ella-. Creo que fue una buena idea, porque a veces, mientras escuchamos un disco, casi inevitablemente, acabamos haciendo otras dos, tres o mil cosas a la vez. El martes, en la Fnac de Callao, toda mi atención era para ella y sus canciones. A mí favor jugaba también que Vega es de las pocas artistas que hemos visto -en ese foro- tomarse al pie de la letra aquello de presentar un disco y siempre que vuelve a ese rincón – ha convertido en costumbre ocupar el foro de Callao cada día de publicación- lo hace para tocar cada una de sus nuevas criaturas.
La expectación en Madrid era bastante grande, a juzgar por la inmensa cola que se hizo a las puertas de la Fnac. Tan inmensa que muchos no pudieron entrar. Tras cubrir la capacidad del foro y tenernos a todos colocados -sin sillas que robasen innecesariamente espacio y todos bien juntitos- hubo que cortar el acceso. Apenas un par de minutos después Vega aparecía en escena y lo primero que hacía era disculparse. «Me acaban de decir que se ha quedado mucha gente fuera; de verdad que lo siento».
Aún antes de arrancar con las canciones, llegaron las primeras confesiones y agradecimientos. «Es mi primer disco». Risas. «No es una broma». Y empezó a explicar la importancia del cambio, las sensaciones, las nuevas experiencias y a dar las gracias a todos los culpables y compañeros en la nueva aventura, prácticamente todos, además, presentes para la ocasión. “Wolverines” y “Treinta y tantos” sirvieron también ahí como avanzadilla y fueron las primeras en sonar. En acústico, directas, distintas -«porque para oírlas igual que se grabaron está el disco»-. Vega, muy bien protegida por Kike Fuentes (guitarras), Arturo Ruíz (bajo) y César Uña (batería, percusión) iba alternando dos guitarras acústicas (una de 6 cuerdas y otra de 12), con el piano y un bonito ukelele, mientras explicaba canciones y compartía anécdotas.
“Ya me conocéis,” decía poco después, “os voy dando una de cal y otra de arena”. A veces triste –“melancólica mejor”-, a veces feliz. Así se explicaba antes de tocar “El alud”. “Tengo canciones para días felices y canciones para días jodidos… y si no lo es aún, llego yo y os jodo el día con la canción”. Una canción sobre esas relaciones nocivas, que sólo nos hacen daño, pero adictivas como la peor de las drogas. Todo un contraste con el “Que no te pese” que minutos antes la había precedido.
Había sonado ya la mitad de Wolverines cuando le llegó el turno a “Salto”, la única no incluida en la edición física del álbum, disponible sólo en iTunes. “Sé que no os gusta,” decía Vega, antes de prometer que próximamente estaría disponible en plataformas como Spotify para que todo el mundo pudiese disfrutarla.
Tras eso, el momento más divertido de la tarde. “Sabía que iba a liarla”. Hablaba entonces de la colaboración del gaitero Xoxe Manuel Budiño y de como lo había imaginado como su gran boda… griega. Risas. “No, griega no, gallega… No sé cómo lo hago que siempre que vengo aquí al final la lío”. Cuando las risas se lo permitieron, contó que era la canción más festiva del disco y nos invitó a todos –si nos apetecía- a hacerles compañía a ella y sus chicos en los coros finales de «Martes». Y de ahí a «mi lado más canalla», a esa canción que sus amigos dice ven siempre más clara que ella. Y aciertan, porque ese cambio de tono de «No lo quise hacer», más desenfadado, mordaz, y, sí, canalla, saca un lado de Vega que le da a todo un cierto equilibrio, un buen contrapunto.
No quedaba mucho; «Febrero» era ya la novena debutante y, sin darnos cuenta, «Héroes antagónicos» se convertía en la décima. Una hora y diez canciones después, Vega anunciaba el final en medio de un sonoro ‘No’. «Pero es que ya no quedan más,» decía visiblemente emocionada antes de volver a dar las gracias a todos los que han decidido acompañarla en este viaje. Y su final, con la intensidad de «La conjura de los necios», a mí me devolvió a mi principio. Porque, ahora sí, sé que me repito. Pero recuerdo la voz quebrada al final de las primeras frases y las lágrimas no disimuladas después de la última nota. Y me marcho sabiendo que, si he disfrutado de Wolverines, es en gran parte porque me lo creo. Honestidad. Y esperemos que dure. Como poco, otros diez años más.
Álbum de fotos
Vega (Fnac de Callao, 01.10.2013)
01. Wolverines
02. Treinta y tantos
03. Que no te pese
04. El alud
05. El funeral
06. Salto
07. Martes
08. No lo quise hacer
09. Febrero
10. Héroes antagónicos
11. La conjura de los necios