Hace unos días alguien me preguntaba si prefería ver los conciertos de pie o sentada. Me tuve que pensar la respuesta y, aunque estuve inclinada a decir que de pie, terminé contestando -moderadamente convencida- que dependía. Del momento, del concierto,… Si me hubiesen vuelto a preguntar hoy, no habría dudado. Porque hoy en el Circo Price he sufrido. Desde el principio y prácticamente hasta el final. Y los seis músicos y la forma en que han irrumpido en el escenario no me han ayudado. Nada.
He empezado la tarde a contracorriente, con la calle frente a mí vacía mientras, a mi espalda, carrozas y miles de personas abarrotaban Atocha. Es un día festivo en Madrid, con el arcoiris presente en cada esquina. Tal vez por eso y porque, una vez más, la noche capitalina ofrece muchas alternativas, en el Circo Price somos menos de lo que esperábamos. Eso sí, los que estamos vamos a demostrar bien pronto que nos vamos a hacer sentir. Aunque lo tengamos que hacer sentados.
Estamos citados a las 21:30, pero se van a retrasar unos minutos. Pocos, apenas diez, hasta que a las 21:40 empiecen a desfilar sobre el escenario Javi Peña (guitarra), Gonzalo Maestre (batería), Manuel Bagües (bajo) y Roqui Albero (trompeta). Apenas unos segundos después hace lo propio Alejandro Pelayo y arrancan los primeros compases de una «Puede» con más ritmo aún que en el disco. Y yo sólo pienso en ponerme en pie.
Cuando se les une ella, Leonor, bailando muy animada, desde el público ya estamos haciendo mucho ruido. Quizás seamos menos que otras veces, pero está claro que todos -ellos, nosotros- tenemos muchas ganas de disfrutarlo. Muchos bailamos inquietos en nuestros asientos. Cualquiera diría que nos están poniendo a prueba. Y es que casi sin darnos tiempo a acomodarnos, llega una de nuestras grandes debilidades. El día que «It’s all right» no consiga hacernos bailar y arrancarnos una sonrisa, algo estará mal en nuestro mundo.
Es un arranque arrollador, en el que siguen “Dame la razón” y “Madness”, antes de bajar algo las revoluciones con “El porvenir” e “Ir”. “Estos eran los cohetes del 4 de Julio. Después de estas seis, ya es todo cuesta abajo,” bromea Leonor con el público. Nos engaña, claro, porque así, de primeras, está a punto de entrar el primer invitado de la noche para repetir uno de los mejores momentos del concierto de hace unos meses en La Riviera. Como aquella noche, Alejandro se deshace en halagos con Jacobo Serra antes de que el albaceteño y Leonor se diviertan de lo lindo al ritmo de “When I’m sixty-four” -¿dónde hay que firmar para que se repita en el Sonorama?-. Lo de esta noche está pensado como una fiesta y Leonor y Alejandro se van a permitir varios lujos. “Estamos celebrando nuestro 10 aniversario,” dice Alejandro, “aunque en realidad llevamos algunos años más”. La cuenta no es difícil si uno piensa que el debut –homónimo- de la banda vio la luz a principios de 2004. Pero qué más da. Más vale tarde que nunca.
Continúan los dos solos y siguen tirando de versiones. “Ahora hacemos una canción piano y voz, la que tú quieras,” le dice Alejandro. “¿Para que no haya resquemores?”. Aprovechan para pedirle a Roqui, que había abandonado el escenario minutos antes junto al resto de músicos, que vuelva y cuentan que les está ayudando a recordar también a Oscar Ybarra en medio de las celebraciones. Y de “Via con me” pasan a “Gira” antes de volver a tirar de capricho. Va a sonar una de las primeras canciones que les acercaron al castellano –una debilidad de quién escribe, además- y lo va a hacer con muy buena compañía, ya que tras las primeras notas del tema de Los Amaya, una silueta se va a abrazar a Leonor. El final del abrazo revela a Bebe y deja paso a una versión realmente especial de Vete. El momento es intenso y sirve para cerrar de manera soberbia una fase más tranquila del concierto. Pero vuelve a tocar subir las revoluciones. “Ay pena, penita, pena”, ya con toda la banda, ejerce de transición; con “Te vas” recuperamos el ritmo y en “De madrugada” es imposible que no se nos vuelvan a ir los pies mientras el bajo y la guitarra juegan a darse la réplica.
Las palmas y los pitos dejan paso después a uno de esos silbidos tan pegadizos que a veces se cuelan en los temas de Marlango. Ellos nos piden ayuda y nosotros cumplimos, mientras invitan a volver a Jacobo Serra para hacer de su “Pequeño vals” un ejercicio aún más coral si cabe.
Pero hay aún un invitado pululando entre bambalinas –que a la postre va a ser el que más tiempo pase sobre las tablas- y tras “Hold me tight” por fin le dan pie. “Queremos pedir la presencia en el escenario de unos de los miembros de la nobleza de nuestra música”. Lo hacen, además, con un tema suyo y la reacción del público deja claro que nadie tiene quejas. Coque Malla se suma a la fiesta cantando a dúo con Leonor esa maravilla que es “Berlín” y no contento con eso, se queda después y hace de Fito Paez en “Dímelo así”. Pero aún no hemos visto lo mejor.
Dispuestos a sacarle el máximo partido a los pequeños lujos, después de “Exquisita” hacen volver a Bebe. “La voy a presentar,” dice Leonor. “Antes no la he presentado porque ella no quería pero yo si quería… Aunque no necesita presentación”. Y la elegida es una “Si yo fuera otra” que sirve para recordarnos lo que está pasando fuera en las calles, los diez años que se cumplen de una ley que marcó un antes y un después y que dedican a todos los que celebran el orgullo porque antes han sentido vergüenza.
Cuando la extremeña se marcha, Leonor se acerca al borde del escenario y sin micrófono ni acompañamiento empieza a cantar “Shake the moon” consiguiendo que en el Price se haga el más absoluto silencio. La canción es, una noche más, ejemplo de extremos. Empieza suave, desnuda, y acaba con una banda de diez convertida en auténtica locura. Sin dejar que decaiga el ritmo, suenan “Dance! Dance! Dance!” y “Dinero” antes de la primera despedida. Hora y media de música –de la buena- que se ha pasado como un suspiro.
Aunque no queda mucho, lo que queda tiene nivel. “Todo es tan importante” abre los bises, pero lo realmente grande llega cuando invitan a volver a Coque Malla y entre todos se marcan una versión muy bluesera de la “Escuela de Calor” de Radio Futura que es digna de ver y que si de nosotros dependiese, habría durado un puñado de minutos más. No lo hace, y “The long fall” toma el relevo. Es ya la penúltima, casi dos horas después de que “Puede” rompiese el hielo. Dos horas de celebración, de lujos y de una banda de músicos de diez. Dos horas de sufrir marcando el ritmo sentados en nuestros asientos. Dos horas a las que les queda un último coletazo. Cinco minutos en los que ya no vamos a sufrir por que –por fin- nadie es capaz de mantenerse en la butaca. Ni nosotros en la pista, ni la gente en las gradas. “Lo que sueñas vuela” se convierte en un fin de fiesta en el que todos bailamos; los músicos sobre las tablas, los invitados –Drexler, Bebe- en un flanco, el público, antes más comedido, en su rincón de circo.
Y da igual si son 10 o 13, lo importante es que sigan cumpliendo y lo sigan celebrando de la mejor forma posible: cantándonos.
Por otros diez años de Marlango. O más.
Álbum de fotos
Marlango (Veranos de la Villa 2015, Circo Price – 04.07.2015)
- Puede
- It’s all right
- Dame la razón
- Madness
- El porvenir
- Ir
- When I’m sixty four (con Jacobo Serra)
- Via con me
- Gira
- Vete (con Bebe)
- Ay pena, penita, pena
- Te vas
- De madrugada
- Pequeño vals (con Jacobo Serra)
- Hold me tight
- Berlín (con Coque Malla)
- Dímelo así (con Coque Malla)
- Exquisita
- Si yo fuera otra (con Bebe)
- Shake the moon
- Dance! Dance! Dance!
- Dinero
Bises
- Todo es tan importante
- Escuela de calor (con Coque Malla)
- The long fall
- Lo que sueñas vuela