A veces uno tiene la sensación de que se le ha quedado algo pendiente. Como si no hubiese terminado de sacarle el jugo a una experiencia o si lo positivo hubiese conseguido eclipsar a lo menos bueno. Algo así nos sucedía con el Festival Gigante. En la primera edición pudimos disfrutar de muchas cosas buenas, pero, al final, nos habíamos quedado con sentimientos encontrados.
Así que nos enfrentábamos al segundo asalto del festival alcarreño con ganas de disipar dudas y disfrutar al máximo de todo lo ofrece. Que no es poco: un cartel muy atractivo, precios más que populares y la clara voluntad de la organización por seguir mejorando y creciendo. No puede haber mejor punto de partida.
El viernes no empezó todo lo bien que nos habría gustado, y un día –laboral- algo más intenso de lo previsto hizo que nuestra llegada al recinto coincidiese con el arranque de Jero Romero. Nos habíamos perdido a Juan Zelada -que nos cuenta que fue un directazo- y esos minutos entre bandas que queríamos haber aprovechado para disfrutar un poco de los paisanos de Nocturnos. Menos mal que Jero y compañía no iban a tardar nada en hacer que se nos olvidasen nuestras penas. En la enésima demostración de que la solvencia y la complicidad de los cinco músicos tienen pocos rivales en el panorama patrio, el concierto se anunciaba como el último de la gira de La Grieta. Para recibirlo, un público bastante considerable a pesar de la hora y, como se iba a comprobar, con muchas ganas de disfrutar con el toledano y su banda. Los primeros compases fueron todos para los temas del segundo largo de Jero, con canciones como “Fue hoy”, “El ventanal” o “Los columpios”.
La gente disfrutaba del show y de eso que Jero, Charlie, Alfonso, Amable y Carlos hacen sobre las tablas, agrupados en apenas un puñado de metros de un gigante escenario, y que siempre, invariablemente, desprende una magia especial. Y éramos muchos los que les íbamos acompañando y queríamos cantar con ellos, dejándonos un trozo de voz con canciones como “Cabeza de León”, “Las leves” o “Devolverte”. Y también los que un día más mirábamos atentos cada segundo del largo final que va de “Desinhibida” a “El as”, arropado por los mejores momentos instrumentales del quinteto. Y, tras el último acorde, éramos seguramente casi todos los que esperábamos que la despedida de los Jero Romero sea mucho más temporal de lo que parece, porque sería demasiada pérdida si volviese a ser, como el de los domingueros en 2009, un Adiós.
Aunque todavía estábamos en los primeros compases del festival, ya se iban acumulando retrasos en ambos escenarios y el seguimiento de horarios empezaba a ser un poco confuso. Jugaría a nuestro favor en algunos momentos de la noche, pero nos tendría también mirando de reojo las luces para controlar los tiempos.
La segunda parada nos llevó al Escenario Guadalajara, en nuestro segundo encuentro del verano con Analogic. Un escenario que, además, iba a ser toda una revelación. Porque la sorpresa inicial de ver programado ahí un buen puñado de bandas que podrían perfectamente ser carne de escenario principal, iba pronto a dejar paso a una sensación de acierto total. Y es que a pesar de que la primera impresión al verlo fue que el escenario no estaba a la altura de muchos de los grupos que iban a pasar por él, lo cierto es que allí pudo disfrutarse de conciertos de nivel, con una cantidad de público muy considerable y un sonido muy potente.
El de Analogic fue así el primero de muchos, y disfrutamos de la energía que Juan -una noche más un torbellino sobre las tablas-, Andrés, Julio y José iban derrochando mientras hacían un repaso de los temas de sus dos largos. Canciones como “Teatro de fuego”, “Instinto animal”, “Ohh Ahh Ohh” o la siempre infalible y festiva “Living to die” volvieron a dejar la sensación de un directo cada vez más sólido.
Aunque Lichis y su banda estaban haciendo gala de un sonido impecable, en algún momento había que hacer parada técnica para el avituallamiento, así que aprovechamos el pequeño descanso en el escenario Guadalajara para recuperar fuerzas. Además, el retraso del escenario principal –que ya pasaba de la media hora- nos iba a brindar la oportunidad de disfrutar algún minuto más de lo previsto del siguiente concierto.
Nuestra segunda vez con Rufus T. Firefly iba a servir de aperitivo para su visita, justo una semana después, a la alcalaína Sala Ego Live. Porque “Incendiosuicida”, “El séptimo continente”, “Demerol y piedras” y la que, en palabras de Víctor Cabezuelo, era la primera vez en directo de “Un mundo sin abejas”, nos iban a dejar con ganas de mucho más. Pero había que cambiar de escenario, porque si un concierto teníamos bien señalado en el cartel Gigante, ése era el de Corizonas.
Esperábamos que la superbanda por excelencia se prodigase mucho más por los escenarios este 2015 y al final han sido apenas un puñado de bolos esporádicos los que el combo formado por Arizona Baby y Los Coronas ha concedido este año. Así que no podíamos perdérnoslo. Y es que siguen siendo garantía de espectáculo y fiesta. Ya no es sólo la solvencia con la que ejecutan los temas sobre el escenario. Es que generan tal nivel de buen rollo sobre las tablas, que es imposible que no se contagie a cada uno de los que desde abajo les observa. No hubo concesiones en esta ocasión al repertorio propio de las dos bandas, y fueron todo versiones y temas del único largo hasta la fecha de Corizonas, The News Today.
Con Rubén Marrón abriendo paso con su acústica –no vamos a insistir en lo que flipamos con el señor Marrón-, la fiesta empezó con “Hey, hey, hey” y “The deceiver” justo antes de que llegase una de nuestras favoritas, “The falcon sleeps tonight”. Fiel a su estilo, Javi Vielba volvía a dar una lección magistral de cómo ser un frontman, sin parar quieto ni un segundo y haciendo gala de su inmenso arsenal de gestos y saltos para alentar a un personal que nunca tarda mucho en meterse en su fiesta. “Thieves and liars” –y su habitual repertorio de imágenes de ladrones y mentirosos mundialmente reconocidos- y “Hotel manager” abrían paso al carrusel de versiones, que una vez más empezaba con lo que siempre recuerda Fernando Pardo que les unió, Black Sabbath. Una noche más, “Supernaut”, con el duelo de batería de Vielba y Loza y los bailes del trío Vacas-Riechkalov-Krahe (crédito extra para él y su rodilla lesionada), se iba a convertir en uno de los momentos estelares.
Era la primera de unas cuantas versiones, casi todas habituales; de “La cárcel de Sing” a “Piangi con me”, pasando por la que a nosotros mejores recuerdos nos sigue trayendo –“Wish you were here”- o una “Pushing too hard” en la fue Loza el que puso la voz. Aunque la mejor se la siguen guardando para el final y tras la traca de versiones y algún tema propio más – como “Run to the river” o el desparrame generalizado de “I’m alive”-, “I wanna believe” preparaba el terreno para que el broche a uno de los conciertos más esperados del Festival Gigante fuese una fiesta. Porque el “I’m alive”, original de Tommy James and The Shondells- fue una auténtica locura, que acabó con Javi Vielba bajándose del escenario y correteando por el foso. Una vez más, apoteósicos. Vaya 7 musicazos.
En medio de la euforia, decidimos renunciar a Los Enemigos y volver al Escenario Guadalajara. Allí, el concierto de Pasajero estaba ya en su recta final, pero tuvimos tiempo suficiente para comprobar que la formación madrileña cada vez atrae a más público, porque a pesar del frío y del menú que había preparado en el escenario principal, eran muchas las personas que estaban congregadas y coreando canciones como “Autoconversación” y aquello de “Y lo demás no importa”, que para más de uno se ha convertido ya en todo un himno.
Que cada vez hubiese más gente y menos hueco era un buen reclamo para aguantar un rato más allí. La fiesta que suele prometer el desenfado de Varry Brava hacía el resto. Nada mejor para intentar seguir combatiendo el frío –que cada vez nos hacía plantearnos más la retirada- que bailar al ritmo de canciones como “Oh, oui oui” o “Calor”. Aunque confesaremos que ya estábamos mirando de reojo las luces del escenario principal, porque el principal aliciente que teníamos para pelear un rato más contra el frío era el siguiente concierto.
Luis Alberto y su banda llegaban a Guadalajara en medio de esa turné de festivales que están haciendo para enseñarle al público los temas de “From the city to the ocean side”, el cuarto trabajo ya de L.A. Abrían fuego con “After hall” y “Living by the ocean” unos minutos después de que el reloj marcase las dos de la mañana -algo más de media hora de retraso sobre el horario oficial-.
Quizás fuesen el frío de la noche o el cansancio acumulado, pero daba la sensación de que a todos –incluidos los músicos- nos estaba costando meternos en el concierto. Mientras, iban sonando temas del todo el repertorio de los mallorquines; de “Under radar” a “Older” pasando por otras como “Mirror ball”, antes de que Luis Alberto se quedase solo en el escenario para tocar en acústico “Ordinary lies”. En el tramo final hubo más energía. De todos. “In America” dio paso a una “Stop the clocks” que sigue siendo de las más coreadas. Pero lo mejor, como suele pasar, quedaba para el final. Parece que habíamos conseguido coger ritmo y subía el nivel de disfrute. Sobre todo, cuando tras “Rebel” sonó “So dramatic” o cuando poco después elegían “Outsider” para cerrar. Esperemos que las salas nos brinden pronto la oportunidad de reencontrarnos con L.A.
Al festival aún le quedaban unas horas de fiesta, pero nosotros optamos por la retirada a tiempo. La segunda jornada aún tenía mucho que ofrecer. Había que guardar fuerzas.