Dicen que no hay que volver al lugar en el que fuiste feliz. Sí, ya sé lo que estáis pensando; que no hay que interpretarlo de manera literal, que habla de algo más que unas coordenadas en un mapa. Pero aún así, me voy a rebelar. Porque estoy convencida de que, si los elementos correctos se juntan y hacen de un momento, de un lugar, algo especial, ¿por qué no volver?
Hace camino de cuatro años, nuestros pasos nos llevaron hasta Baeza. Para nosotros, apasionados del turismo musical, aquel no era un viaje más; era de esas paradas en el camino que huelen a momento especial; por el entorno, por la compañía e, inevitablemente, también por la banda sonora. Así que en cuanto vimos que el destino nos brindaba la oportunidad de recrear aquella combinación, no tuvimos ni la más mínima duda.
Por si habéis llegado hasta aquí por casualidad, os pondremos en contexto. Allá por finales de agosto, Vega anunciaba su retorno acústico a las salas. Pero no era un retorno cualquiera; planteaba su gira Vertebrada, con menos de una decena de paradas, como un repaso a veinte años de carrera; una carrera, como ella decía, “vertebrada en canciones y el público”. Por eso, el foco recaía precisamente en ellos; en las canciones, más de una centena escritas por la cordobesa a lo largo de las dos últimas décadas, y en el público, responsable de seleccionar a las elegidas para cada cita. Un proceso democrático, sin censura, y con la única limitación de la extensión del set, compuesto cada noche por las 18 vértebras más votadas por los asistentes. “Esto es venirte arriba,” diría Vega al poco de subirse al escenario del Café Teatro Central, “que la gente elija el repertorio y que pueda elegir la canción que tú más odias.” Pero, como no hay que adelantar acontecimientos, dejaremos para más adelante eso que podríamos bautizar como el ‘(supuesto) Boicot en el Estado de Baeza’, y empezaremos por el principio.
Eran poco más de las nueve y media de la noche, hora prevista para el inicio del concierto, cuando Vega, acompañada por su inseparable Kike Fuentes, aparecía sobre el escenario y, mientras intentaban solucionar un pequeño problema técnico, nos iba poniendo en situación. Ella, como nosotros, echaba la vista atrás a aquella noche de febrero de 2019, y recordaba cómo por aquel entonces estaba convencida de que no volvería a subirse a un escenario. Afortunadamente para todos, ni aquella noche en Joy Eslava unos meses después fue la última sobre las tablas, ni “Mirlo blanco” (la canción) el epílogo que ella entonces imaginaba.
Aquellos primeros momentos iban a ser un claro indicativo de la tónica general de la noche: casi dos horas en las que las anécdotas y la interacción se irían alternando con las canciones y en las que el ambiente -distendido y disfrutón, a pesar de una selección de vértebras razonablemente intensas-, y la complicidad iban a ser tales, que parecería no haber distancia entre público y escenario.
Quizá porque la mejor forma de echar la vista atrás es volver al principio, la parte musical de la noche empezó justo ahí; porque, aunque han pasado ya dos décadas, está claro que el público de Vega guarda un lugar especial para su debut y “¡Grita!” no podía faltar entre las vértebras de la noche. Fue la primera en sonar en un arranque cargado de viejas conocidas, de ésas sin las que es casi imposible imaginar la carrera de una Vega que, tan pronto confesaba su debilidad por “Febrero”, como convertía un chupito de whisky en broma recurrente o invitaba con cierta guasa al respetable a moderar las charlas – “porque soy dispersa y me despisto… e igual me meto en la conversación de alguien”-, justo antes de casi saltarse “Cuánta decepción”.
Aunque en general el setlist estaba organizado para ir alternando momentos de alta intensidad con otros algo más relajados, tras “El más feliz (Finis Terrae)” el nivel de emoción subió sensiblemente. Lo hizo, primero, con una “Mortal”, que le sirvió a la cordobesa para cuestionar la inteligencia de lanzar un disco como Mirlo Blanco, denso y con una carga emocional alta, en medio de un momento en el que la gente necesitaba una vía de escape y ser feliz después de todo lo vivido. “Pero era el álbum que yo necesitaba hacer,” decía, “y creo que hay una parte de todos nosotros que ha agradecido que haya música también para escucharnos a nosotros mismos, entendernos y hacernos caso en esa parte menos jovial”. Y nosotros, que fue precisamente al escuchar por primera vez “Mortal” cuando sentimos, instantáneo, el flechazo, no podíamos estar más de acuerdo.
Para que la intensidad no se desbordase demasiado, ni demasiado pronto, Vega aprovechó justo después para intentar saldar una deuda con Spotify; sacó el móvil, mirando de reojo el tiempo que le quedaba para que venciera el plazo, y, entre las risas general, pidió a una persona del público que le ayudase a grabar su video de agradecimiento desde el mejor lugar posible: el escenario. Era tan sólo un pequeño respiro, quizá para coger fuerzas para lo que estaba por venir. Porque tras “El alud” llegaría, tempranero, el que probablemente fue el pico de intensidad del concierto; ése que, por otra parte, lo ha sido casi invariablemente en cada concierto de este 2021. Porque era inevitable que la magnitud de “Mirlo blanco” creciera en ese hábitat natural que es para Vega el escenario. En Baeza no iba a ser menos, y ese “renacido” que el público repitió enérgico y entregado en la parte final de la canción dejó a la cordobesa tremendamente emocionada sobre las tablas.
Pero no olvidemos que esa noche no éramos nosotros los únicos que volvíamos; porque en esencia la gira Vertebrada va de eso, de echar la vista atrás, de recordar y, confiamos, de coger energía e impulso al rememorar todo lo vivido. Y el público, cómplice, había decidido no dejar fuera del repaso el auténtico origen de todo, “Mi habitación”, la primera canción que compuso Vega. Antes, eso sí, quedó otro de los momentos simpáticos de la noche, cuando el chupito de whisky fue un pasó más allá, y de broma recurrente se convirtió en trago compartido y abrazo como respuesta al grito de “Me lo bebo yo” de alguien del público.
Entre golpes de intensidad y algún mínimo respiro -a veces en forma de canción, otras como divertida explicación-, iba también quedando patente que la sintonía entre Vega y su público es casi (ojo a este casi) total, y que, tras veinte años de trayectoria, a ambos lados del escenario hay mucha favorita compartida. La mejor prueba de ello es ver cómo hay canciones que, independientemente de quién elija el repertorio, se cuelan sistemáticamente entre las elegidas. «A tientas», “Santa Cristina” y “¡Qué no te pese!” no son malos ejemplos, aunque quizá sea “Réquiem”, esa canción que ella confiesa que la ha salvado innumerables veces, el más claro de todos. Pero que nadie se olvide de que hemos dicho ‘casi’.
Llegados a este punto podríamos acordarnos de Xoel y aquello de “No, no fui yo”; podríamos mirar hacia otro lado y hasta podríamos seguir usando el plural mayestático. Pero no lo vamos a hacer. Porque, aunque para el Erizo almeriense tampoco es exactamente una más, si en nuestro entorno alguien preguntase por esa canción que estaba a punto de sonar, todas las miradas recaerían en quien escribe estas líneas. No puedo decir con total honestidad que no lo quise hacer, aunque sí que no pensé que tuviera éxito. Defiendo que no hubo boicot, ni confabulación, ni el más mínimo atisbo de malicia en la elección; sólo el deseo de alguien que siempre ha sentido una debilidad especial por una canción probablemente un tanto atípica dentro de la discografía de la cordobesa, y que vio en Vertebrada la posibilidad de probar suerte. Así que no creo que nadie se sorprenda si digo que ése fue uno de mis momentos favoritos del concierto. Pero no sólo por las razones obvias. Está claro que disfruté mucho de poder escuchar en directo una de mis debilidades, pero me gustó tanto o más descubrir la intrahistoria y, sobre todo, la versión de Vega que vimos sobre el escenario con esa canción. Y estoy convencida de que no fui la única y de que, aunque ella, como bien explicó, tenga la sensación de que esa letra, “un poco chorra”, y ese espíritu gamberro se alejan de “la tía seria” que busca ser sobre el escenario, también disfruta de momentos como ése. Y espero que, de vez en cuando, nos sigan dejando disfrutar un poco de ese otro lado suyo.
Como suele pasar cuando disfrutas de algo, la noche había pasado en un suspiro y casi de repente nos dimos cuenta de que iba poco a poco llegando a su fin. Con “Treinta y tantos”, una noche más con esa frase final mutada en “el valor de ser un músico”, y la concesión a la petición popular desde una parte del público en forma de fragmento de “Culpable”, uno de los temas que ha compuesto a lo largo de los años para David Bisbal, nos adentrábamos en la terna final. Y así, “¿Dónde estabas tú?” -consolidada entre nuestras favoritas-, le servía para acordarse y agradecer una vez más a Iván Ferreiro, y “Bipolar” se convertía, una noche más, en una explosión de rabia y energía, de desahogo y autoafirmación, que hace que cada vez tengamos menos dudas de que son justo esos nuestros minutos favoritos de Mirlo Blanco.
El broche final sólo podía llegar de una manera; porque como dijo aquella noche de octubre en Madrid, “La Reina Pez” se ha convertido en un himno por derecho propio, una declaración de intenciones y, a la vez, un recordatorio del camino ya nadado y de que, incluso cuando es a contracorriente, siempre aparece una orilla en la que pararse. A respirar. A disfrutar. A coger energía. Y sí, también a ‘volver’, a echar la vista atrás y recordar todas esas orillas que dan sentido a todo lo demás. Y eso diríamos que es precisamente esta gira Vertebrada; un puñadito de orillas en las que pararse a echar la vista atrás y disfrutar, ella y nosotros, de esas vértebras, de ese público y de esa comunión tan especial que lleva veinte años alcanzado su máximo apogeo en torno a un escenario.
Así que rotundamente sí; volvimos a Baeza y fuimos, de nuevo, indudablemente felices. Y con noches así, ¿quién no querría seguir volviendo?
Vega – Gira Vertebrada (Café Teatro Central, Baeza – 18.11.2022)
- Grita
- Febrero
- Nueva York
- Cuánta decepción
- El más feliz (Finis Terrae)
- Mortal
- El alud
- Mirlo Blanco
- Mi habitación
- A tientas
- Santa Cristina
- ¡Qué no te pese!
- Réquiem
- No lo quise hacer
- Treinta y tantos
- Culpable (fragmento)
- ¿Dónde estabas tú?
- Bipolar
- La reina pez